miércoles, 1 de marzo de 2017

Los Espíritus de Lucifer y los hijos de la niebla



Capítulo III

LOS ESPÍRITUS DE LUCIFER
Y LOS HIJOS DE LA NIEBLA

Ahora llegamos a la parte del rollo de esta gran película de Dios que retrata la Tierra en la última parte de la Época Lemuriana. El hombre había ido tomando gradualmente una posición recta y erguida. La columna espinal se empezaba a endurecer y la sangre se iba cargando de hierro que se nos suministraba por la influencia de Marte. El ego, que hasta tal momento había trabajado sobre sus vehículos desde afuera, iba gradualmente penetrando dentro de los mismos y el hombre empezaba a sentir las cosas fuera de él. En este período, el hombre estaba totalmente inconsciente de su cuerpo físico. Sin embargo, estaba muy despierto y consciente en el Mundo de Deseos y podía en tal época comulgar directamente con los dioses.

El sonido del susurro del viento, las tormentas, el correr de las aguas, eran para él las voces de los dioses. Entonces estaba desenvolviendo, por el sacrificio de una parte de su facultad procreadora, la laringe, lo cual le permitía a él mismo emitir sonidos. Se hallaba aprendiendo el modo de usar tal órgano por la imitación del movimiento de las hojas y el ruido de los vientos. Esta misma facultad creadora también se empleaba para construir el cerebro, aunque tenía solamente una cruda facultad de observación. Aquel hombre de Lemuria no tenía ojos, y en su lugar se desarrollaban los dos puntos sensitivos mencionados previamente; y a medida que la luz del Sol, que atravesaba confusamente la niebla, se hacía más fuerte, tales puntos sensitivos con la ayuda de la luz solar se desarrollaron formando los ojos.

En este período de la involución del hombre entra en escena una clase de seres que debían tomar una parte muy preeminente en la conformación del futuro del hombre, los Espíritus de Lucifer, quienes eran ángeles caídos, es decir, una clase de rezagados del Período Lunar. Estos espíritus se hallaban a mitad del camino de su evolución entre el hombre y los ángeles y debían hallar una avenida por medio de la cual pudieran alcanzar el conocimiento. Su evolución dependía sobre lo que ellos pudieran ganar a través de una oleada de vida inferior y como ellos no sabían el modo de construir un cuerpo físico no podían funcionar tan bajo como el hombre, quien, a tal efecto, poseía un cuerpo físico. Por su ayuda sobre el hombre para desarrollar el cerebro, aquellos Espíritus de Lucifer conocieron que podían formar aquella avenida necesaria para favorecer la evolución del hombre, al mismo tiempo que obrando de este modo podían ganar también mucha experiencia y crecimiento para ellos mismos.

Siempre ha sido y continúa siendo una ley en la naturaleza para todos los seres, no importa en qué oleada de vida lo estudiemos, ya se trate de los grandes Señores de la Creación, los Arcángeles, Ángeles, los Espíritus de Lucifer, los Espíritus–grupo, o los Espíritus Virginales, que a medida que ellos retroceden para ayudar o guiar, tanto se trate de seres inferiores como de oleadas de vida posteriores, ayudándoles y facilitando su desarrollo y crecimiento, estos auxiliares y enaltecedores, en cambio, ganan experiencia y adelanto en proporción a la ayuda prestada. Nosotros podemos seguir esta ley hasta los reinos más inferiores; todas las clases están sujetas a ella.
Aquellos espíritus de Lucifer vieron una oportunidad para ayudar a la humanidad, y aun cuando al obrar de tal modo hicieron caer al hombre en la generación, lo cual ha causado indecible dolor y sufrimiento, sin embargo, este fue el camino por medio del cual ambos, ellos y el hombre, podían alcanzar el mayor grado de experiencia. Experiencia es el camino del conocimiento aun cuando debe forzosamente proporcionar sufrimiento. Para el hombre esta caída en el pecado ciertamente fue la apertura de vistas de gran valor. Para él estos espíritus de Lucifer, aparentemente malos, fueron indudablemente los portadores de la luz.

Mientras que el hombre estaba inconsciente del mundo externo, podía, no obstante, comunicarse con tales espíritus de Lucifer en el mundo etéreo. Por medio de ellos se le enseñó la diferencia entre el bien y el mal. Por ellos fue tentado y cayó en la generación. 

Mientras que el hombre estaba inconsciente de la Tierra y de sus alrededores materiales y físicos, él percibía la presencia de sus hermanos espiritualmente, bastante parecidamente al hombre del día de hoy que posea solamente un ligero desarrollo del sexto sentido, el cual puede oler y percibir una presencia invisible, quien está seguro en algunas ocasiones de que algún ser desencarnado está cerca de él, aunque sea incapaz de verle con los ojos físicos. Semejante a ésta era la conciencia que el hombre de Lemuria tenía de su hermano. Las condiciones en aquel momento eran al revés de como son ahora. El hombre podía ver y comulgar con su hermano del mismo modo que con los seres superiores en el Mundo del Deseo, pero en el Mundo Físico estaba en un estado de ensueño; pues sus ojos físicos no se habían abierto aún. Por otra parte, el hombre hoy día tiene abiertos sus ojos físicos y puede ver a sus hermanos en el cuerpo físico, pero sus ojos espirituales están cerrados: ha perdido la facultad de ver en el Mundo del Deseo.

Ahora pasaremos a la parte del programa que abarca las partes primera y segunda de la Época Atlántica. Todavía encontramos a la atmósfera cargada de densa y pesada niebla; sólo era posible ver a unos cuantos pies de distancia. La figura del hombre, que ya era recta y erguida, era abultada, siendo muy grande la parte superior de su cuerpo, con hombros enormes y largos brazos; su cabeza era muy pequeña en proporción a su cuerpo; la frente se recortaba agudamente hacia atrás desde una nariz muy aplastada; las mandíbulas eran abultadas y el cuello muy grueso y doble. El hombre primitivo de la Atlántida no había adquirido aún el uso de los pies para andar como lo hace hoy, sino que se movía por saltos, semejantemente a la marcha del canguro. 

Durante las primitivas partes del Período Atlántico, la Tierra fue visitada frecuentemente por diluvios, los cuales hicieron que el hombre y los animales abandonaron los valles y las tierras bajas. Gradualmente, a medida que la niebla se condensaba, las tierras bajas quedaron cubiertas por agua, obligando a todos los seres vivientes a que buscasen puntos seguros en las montañas y alturas. Esta emigración a las tierras altas y la condensación de las nieblas, permitieron al hombre ver al Sol brillar entre las nubes y también desarrolló sus ojos. Entonces Adán vio a su compañera Eva.

En tal estado de desarrollo del hombre éste podía ver tanto en el mundo espiritual como en el físico. Esto era necesario en tal período, porque él sólo tenía el germen del cuerpo mental. Entonces tenía un cuerpo triple: el físico, el vital y el de deseos, pero solamente los rudimentos del cerebro, por lo tanto debía ser guiado todavía por los caudillos divinos con quienes se podía comunicar en el Mundo de Deseos.
Cuando el hombre atlante miraba a su hermano, inmediatamente conocía el alma y los atributos del observado. A medida que la niebla se dirigió a las tierras bajas, según hemos dicho poco ha, causó grandes diluvios. Los más avanzados de la humanidad, de quienes se nos habla en la Biblia simbolizados en Noé, caudillo de los semitas, y su familia, habían desarrollado pulmones con los cuales podían respirar el aire claro por encima de la atmósfera nebulosa, y ellos fueron los primeros en ver el arco iris.

Entonces el hombre ya no era un miembro de la familia de Dios con su semejanza infantil, porque él había desarrollado la memoria, se hizo ambicioso, y el sentimiento del yo egoísta de lo “mío” hizo su aparición, cuyo sentimiento llevó a la humanidad a dividirse en razas.

Cuando llegamos al tercer período de la Atlántida, vemos a la humanidad dividida en naciones y los reyes fueron adorados, no por sus bondades y amor, sino por su dignidad y poderes ocultos, los cuales, desgraciadamente, algunos los usaron de la manera más depravada y egoísta. Vemos templos levantados para la práctica de la magia negra, misma que empleaban los sacerdotes sobre el pueblo para mantenerle bajo su poder y férula. La arrogancia y la brutalidad dominaban por doquier, pues el ego del hombre era aún débil, y la naturaleza animal, el cuerpo de deseos, gobernaba la mente infantil del pueblo de aquella época. Esto ocasionó que los atlantes desarrollasen la facultad de la astucia, que les condujo a ser muy malvados. La más brutal de todas las siete razas atlánticas fue la turania, la cuarta raza. La magia negra fue practicada por esta raza de la manera más repugnante. Las clases inferiores fueron oprimidas de la forma más cruel por aquellos que suponían ser los principales o caudillos; la vanidad y la más exagerada ostentación era la regla dominante.

La próxima o quinta raza, los semitas originales, fue la primera que hizo esfuerzos para desarrollar el pensamiento. Aunque muy primitivamente, sin embargo, se esforzaron para dominar y regular sus deseos. Aquel pueblo fue el más celoso para conservar pura la raza, casándose solamente entre las mismas familias. Esto fue con el propósito de mantener su contacto espiritual con los mundos invisibles. Todavía en aquellos tiempos estaban en contacto consciente con los caudillos espirituales del Mundo del Deseo. Pero según se desarrollaban las facultades mentales, la glándula pineal a través de la cual el hombre se conectaba con los reinos espirituales, que describimos en los primeros capítulos diciendo que era el órgano de orientación que sobresalía de la parte superior del cuerpo de forma de saco o bolsa que tenía el hombre de la Época Polar, a medida que el cuerpo se perfeccionó y que el hombre empezó a andar derecho retrocedió entrando dentro de la cabeza, se ahondó más profundamente en la cabeza a medida que la materia gris se espesaba, impidiendo por ello la conexión con los directores espirituales.

Una condición semejante puede notarse actualmente: en las fases inferiores de la evolución, por ejemplo, en algunas de las más atrasadas razas, aquellas que se hallan aún en tinieblas, nosotros vemos aún desarrolladas las facultades espirituales hasta cierto grado, mientras que en el caso del tipo meramente intelectual, el gigante mental de nuestro mundo occidental, hallamos a menudo el burlón de lo espiritual, persona que no puede creer en nada que no pueda probar en el plano material. No solamente fue sacrificada la vista espiritual por el crecimiento y formación del cerebro, a semejanza de bóveda sobre la glándula pineal, sino que también los abusos de la facultad generadora ocasionaron la atrofia de esta diminuta glándula haciéndose más pequeña.

Ahora pasemos a la parte del panorama de nustra película que es, acaso, la época más familiar para nosotros, o sea la quinta o Época Aria. El hombre que hemos presentado hasta este período actual, se fue manifestando a través de un cuerpo cuádruple: el físico, el vital, el de deseos y el de la mente, parcialmente conformado; pero a medida que el hombre evoluciona y la necesidad se impone, se presentan nuevos cambios. Ahora el hombre está formando la matriz de un nuevo cuerpo: el cuerpo del alma, ese traje brillante en el cual el hombre debe encontrar a Cristo en el aire; el cuerpo en el cual volverá otra vez a hallar a sus maestros espirituales y a comunicarse directamente con ellos.

Este cuerpo está ahora tomando forma en muchos que están esforzándose en purificar sus vidas y que están empezando a sentir la necesidad de vivir no para sí sino para todos. A medida que el cuerpo de deseos se domina y se purifica el cuerpo físico, y según se van desarrollando los dos éteres superiores, este nuevo cuerpo del alma se modela y se conforma.

del libro Temas Rosacruces UNO 
 publicado por Estudiantes de la Fraternidad Rosacruz de Max Heindel


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