viernes, 21 de noviembre de 2014

La religión y la curación



CAPITULO XVIII

LA RELIGIÓN Y LA CURACIÓN

En distintas épocas y de diversos modos se han dado las religiones a la humanidad, todas aptas para impulsarla hacia adelante en el camino de la evolución. En cada una de estas religiones el ideal a alcanzar estaba siempre precisamente a una altura suficiente para poder excitar las aspiraciones de la clase de gente a la cual iba destinado, pero nunca tan alto que hubiera podido resultar más allá de su facultad de comprensión, porque en este caso no les habría servido de ninguna utilidad. El salvaje, por ejemplo, necesita adorar a un Dios fuerte, uno que maneje una chispeante espada de relámpagos con mano poderosa. A un Dios semejante él puede mirar con miedo, mientras que despreciaría a un Dios de amor y misericordia.

Por esta razón las religiones se han ido modificando a medida que el hombre ha evolucionado, el ideal ha sido elevado paulatinamente hasta haber alcanzado su punto culminante en nuestra enseñanza cristiana. La flor de las religiones se da siempre a la flor de la humanidad. En una edad ulterior se dará una religión más elevada a una raza más adelantada. La evolución no puede tener limites, pero nosotros afirmamos que los directores invisibles de la humanidad dan siempre a cada nación la enseñanza mejor adaptada a sus condiciones. El hinduismo conforta a nuestros hermanos más jóvenes del Oriente, pero el Cristianismo es la enseñanza occidental, particularmente adaptada para los pueblos del Oeste.

De este modo vemos que a la gran masa de la humanidad se le facilita la religión enseñada públicamente en el país donde nacen pero siempre hay precursores cuya precocidad pide una enseñanza superior, y éstos reciben una doctrina más profunda por mediación de la Escuela de Misterios perteneciente a su país. Cuando solamente unos cuantos están preparados para esa enseñanza preparatoria, se les da la instrucción en privado, pero a medida que aumentan en número, la enseñanza se hace de un modo más público.

Este es el caso actualmente en el mundo de Occidente. Por esta razón los Hermanos de la Rosacruz han dado al autor de esta obra una enseñanza filosófica tal como está publicada en nuestras distintas obras, y han sancionado la fundación de la Fraternidad Rosacruz para promulgar esta enseñanza, cuyo fin es el de poner a las almas de altas aspiraciones en contacto con el Maestro cuando, mediante servicio en el mundo físico, han demostrado su sinceridad y probado con la suficiente seguridad de que emplearán sus poderes espirituales para prestar servicios en el otro mundo en cuanto hayan sido iniciados para funcionar allí.

Las enseñanzas superiores no se dan nunca mediante pagos monetarios. San Pedro rechazó ya a Simón el brujo, que, quiso comprarle el poder espiritual para prostituirlo con ganancias materiales. Los Hermanos Mayores se niegan igualmente a abrir la puerta a aquellos que prostituyen las ciencias espirituales haciendo horóscopos, que leen las líneas de las manos, o que dan sesiones de clarividencia a cambio de dinero. La Fraternidad Rosacruz recomienda el estudio de la astrología y quiromancia a todos sus miembros, y facilita enseñanzas sencillas sobre astrología en libros de texto a precio de costo, a fin de que todos puedan adquirir habilidad en esta ciencia, en vez de dejarse engañar por los profesionales, que muchas veces carecen de todo conocimiento del asunto.

Durante los últimos años las enseñanzas rosacruces, apenas promulgadas, se han diseminado como un torrente de fuego por todo el mundo civilizado; actualmente se estudian desde el Cabo de Buena Esperanza hasta las regiones del Circulo Ártico y más allá aún. Han encontrado un eco en los corazones de toda clase de gentes, en las chozas cubiertas de nieve de los mineros de Alaska, en las colonias inglesas tropicales y en las ciudades de Turquía, lo mismo que en la democrática república norteamericana. Nuestros adictos se encuentran en los palacios gubernamentales así como en las esferas más humildes, y están todos en correspondencia y contacto activo con nuestro movimiento y trabajando por la promulgación de las profundas verdades acerca de la vida y del ser que de tanto servicio les han sido.

del libro "Enseñanzas de un Iniciado", de Max Heindel


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