Febrero de 1916
MAESTROS ESPIRITUALES
VERDADEROS Y FALSOS
Uno de los problemas más difíciles de los que tiene que afrontar el jefe de un movimiento espiritual, es la impaciencia de los estudiantes que desean recolectar lo que no han sembrado. Hay estudiantes que no tienen la necesaria paciencia, para aguardar la cosecha sino que quieren resultados inmediatos y si a ellos no les nacen alas en un tiempo determinado, fijado por ellos mismos, elevan el grito al cielo llamándole estafador, y buscan un "maestro individual" visible o invisible. Cómo él les "garantice resultados” están dispuestos a tirar el sentido común por la ventana o al viento y seguirle ciegamente aunque pueda conducirles a un asilo de alienados, o a la fosa, o en el caso de aquellos que escapan de él con facilidad y en buen estado, lo hacen con alguna cantidad de menos en sus economías.
Este asunto lo hemos tratado en cartas anteriores a los estudiantes, pero como siempre hay algunos que lo olvidan y como quiera que cada día se suman al movimiento estudiantes nuevos, es necesario que puntos de
tanta importancia como éste, sean tratados de vez en cuando. Habiendo oído de un estudiante que dejó un cierto centro por un "maestro individual" y el cual parece que es envidiado extraordinariamente por otros de su mismo grupo que no han sido tan afortunados (?), me parece oportuno tomar en consideración otra vez la materia.
¿Han visto ustedes alguna vez que alguna institución de enseñanza, desde kindergarten a instituto o universidad, tenga un profesor para cada estudiante?.
Nosotros, no. Ningún Comité de educación sancionaría semejante despilfarro de energía ni tampoco encomendaría un profesor individual para cada alumno, simplemente porque tal discípulo fuese impaciente y quisiera pasar por todos los grados de estudio "rápidamente". Y finalmente, si hubiera tal Consejo que quisiera en un caso especial señalar un profesor que tuviese el don de embutir el conocimiento en los cerebros de los discípulos, habría un gran peligro de fiebre cerebral o locura, y quizá de muerte acarreada por tal método. Si esto es verdad para las escuelas de ciencia física, ¿por qué razón puede haber diferencia en lo relacionado con las escuelas de ciencia espiritual? Cristo dijo a sus discípulos: "Si yo que os he hablado de cosas terrenales no las habéis creído, ¿cómo las, creeríais si os hubiera hablado de cosas celestiales? Ningún "maestro individual", si lo hubiera, puede iniciar a nadie en los misterios del alma, hasta que el discípulo se haya preparado por su propio trabajo. Quienquiera que publica que hace esto, se cataloga
y marea a sí mismo, como un impostor de baja estofa.
Y quienquiera que permite verse embaucado de tal modo, muestra muy poco sentido común; de otro modo él comprendería que ningún maestro altamente desarrollado, puede acceder a gastar su tiempo y energía para la instrucción de un discípulo solo, cuando él puede con la misma facilidad instruir a muchos.
¡Imagínese si puede ser que los doce Hermanos Mayores de la Cruz de Rosas, vayan a la cola, detrás de un solo discípulo! El pensarlo solamente es un sacrilegio. Tales grandes y altamente desarrollados hombres, tienen otras y más importantes cosas a las cuales atender, y aún a un hermano lego, de esos que han sido iniciados por ellos, no les está permitido perturbarles por cosas pequeñas y sin importancia.
Por lo tanto puede ser dicho terminantemente que los Hermanos Mayores no acostumbran a visitar a ninguno de la Fraternidad Rosacruz o fuera de ella, como un "maestro individual", y el que así lo crea está en un error.
Ellos han dado determinadas enseñanzas que forman las bases de la educación en esta escuela, y aprendiendo cómo se debe vivir esta ciencia del alma, podemos con el tiempo elevamos para juntarnos con ellos cara a cara en la escuela, de Auxiliares Invisibles. No hay otro camino.
Yo confío que esto pueda fijar la idea más firmemente en su mente de lo que antes estuvo y que dé base al lector para dirigir a otros rectamente que se hallen en peligro de verse descarriados.
del libro "Cartas a los Estudiantes", de Max Heindel
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