EL PADRE NUESTRO
Volviendo a nuestra consideración de las ayudas espirituales para el progreso humano, podemos considerar al Padre Nuestro como una fórmula algebraica, abstracta, para el mejoramiento y la purificación de todos los vehículos del hombre.
La idea de prestar
el cuidado necesario al cuerpo denso está expresada en las palabras: "El pan nuestro de cada día dánosle hoy".La oración que se refiere a las necesidades del cuerpo vital es: "Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores".El cuerpo vital es el asiento de la memoria. En él están archivados todos los recuerdos subconscientes de todos los acontecimientos pasados, buenos o malos, incluyendo toda injuria hecha a otros, así como los beneficios hechos o recibidos. No olvidemos que esos recuerdos de la vida se toman de esos cuadros inmediatamente después de abandonar el cuerpo denso al morir, y que todos los sufrimientos de la existencia post-morten son los resultados de los acontecimientos fotografiados en esas imágenes.Si, por la oración continua, obtenemos el perdón u olvido de las injurias que hayamos hecho a otros, y si tratamos de hacer toda la restitución posible, purificamos nuestros cuerpos vitales, olvidando y perdonando a aquellos que han obrado mal con nosotros, eliminando así todos los malos sentimientos y salvándonos de los sufrimientos post-morten, además de preparar el camino para la Fraternidad Universal, que depende muy especialmente de la victoria del cuerpo vital sobre el cuerpo del deseo. El cuerpo de deseos imprime, en forma de memoria, sobre el cuerpo vital, la idea de venganza. Un temperamento ecuánime en medio de las incomodidades y molestias de la vida, indica que se ha obtenido esa victoria, y, por consiguiente, el aspirante debe cultivar el gobierno de sí, puesto que tiene un efecto sobre ambos cuerpos. La Oración del Señor comprende esto también, porque cuando vemos que estamos injuriando a otros, miramos en torno nuestro y tratamos de encontrar la causa. Perder el dominio de sí es una de las causas, la que es originada por el cuerpo de deseos.La mayoría de los hombres dejan la vida física con el mismo temperamento con que vinieron a ella; pero el aspirante debe conquistar sistemáticamente todos los arrebatos del cuerpo de deseos y asumir su propio dominio. Esto puede efectuarse por la concentración sobre elevados ideales, lo que vigoriza al cuerpo vital, y es mucho más eficaz que las oraciones de la iglesia. El ocultista científico emplea la concentración con preferencia a la oración, porque la primera se realiza con ayuda de la mente, que es fría e insensible, mientras que la oración está dictada generalmente
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Diagrama 16: El Padre Nuestro
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por la emoción. Cuando es dictada por una devoción pura e impersonal hacia elevados ideales, la oración es muy superior a la fría concentración. Nunca podrá ser fría, porque lleva sobre las alas del Amor las emanaciones del místico hacia la Deidad.La oración para el cuerpo de deseos es: "No nos dejes caer en la tentación". El deseo es el gran tentador de la humanidad. Es el gran incentivo para toda acción; y mientras ésta cumple los propósitos del espíritu es buena; pero cuando el deseo es para algo degradante, para algo que rebaja la Naturaleza, debemos ciertamente, rogar para no caer en la tentación.
!El Amor, la Fortuna, el Poder, la Fama! Esos son los cuatro grandes motivos de toda acción humana. El deseo de alguna o varias de estas cosas es el motivo por qué hace el hombre algo o deja de hacerlo. Lo grandes Guías de la humanidad han obrado sabiamente dándole tales incentivos para la acción, para que pudiera obtener experiencias y aprender por ellas. Son necesarios, y el aspirante puede continuar usándolos seguramente como motivos para la acción, pero debe transmutarlos en algo superior. Debe saber sobrepasar con nobles aspiraciones ese amor egoísta que busca la posesión de otro cuerpo, así como todos los deseos de fortuna, poder y fama por egoístas razones personales.
El Amor por el que debe aspirar es únicamente por el del alma que abarca a todos los seres, elevados bajos, y que aumenta en proporción directa a las necesidades del que lo recibe.
La Fortuna por la que debe afanarse, es únicamente la abundancia de oportunidades para servir a sus semejantes.
El Poder que debe desear es únicamente aquel que actúa para mejorar la humanidad.
La Fama que debe anhelar, es la que aumente su capacidad para transmitir la nueva buena, para que todos los que sufren puedan encontrar así prestamente el descanso para el dolor de su corazón.
La oración de la mente es: "Líbranos del mal". Hemos visto que la mente es el eslabón que une a la naturaleza superior e inferior. A los animales se les permite seguir sus deseos sin ninguna restricción. En su caso, no hay nada bueno ni malo, porque carecen de mente, la facultad del discernimiento. El método de protegernos que empleamos respecto de los animales que roban y matan es muy diferente del que empleamos con relación a los seres humanos que hacen esas cosas. Y aun cuando un hombre que sea de mente anormal haga algo, ni se le tiene en cuenta. Se reconoce el hecho de que obró mal porque no sabía lo que hacía: Por consiguiente, sólo se le aisla.
Unicamente cuando sus ojos mentales se abrieron conoció el hombre el bien y el mal. Cuando ese eslabón mental se une al Yo Superior y no se desprende, nos encontramos con una persona de elevado entendimiento. Por el contrario, la coalición de la mente con la naturaleza emocional inferior produce la persona de mentalidad inferior; por lo tanto, el significado de esa oración es que se nos libre de la experiencia resultante de la alianza de la mente con el cuerpo de deseos, con todo lo que ello implica.
El aspirante a la vida superior realiza la unión entre las naturalezas, superior e inferior por medio de la Meditación sobre asuntos elevados. Esa unión queda más cimentada después por la contemplación, y ambos estados son trascendidos por la adoración, que guía al espíritu hasta el mismo Trono.
El Padre Nuestro, dado para su uso general en la iglesia, pone la adoración en primer lugar, a fin de alcanzar la exaltación espiritual necesaria para elevar una petición que represente las necesidades de los vehículos inferiores. Cada aspecto del triple espíritu, comenzando por el inferior, se pone en adoración acerca del aspecto correspondiente de la Deidad. Cuando los tres aspectos del espíritu se han colocado ante el Trono de la Gracia, cada uno expresa la oración apropiada para las necesidades de su contraparte material, y los tres se unen para decir la oración de la mente.
El espíritu humano adora a su contraparte, el Espíritu Santo (Jehová), diciendo "Santificado sea Tu Nombre".
El espíritu de vida se postra ante su contraparte, el Hijo (Cristo), diciendo: "Venga a nos el tu reino".
El espíritu divino se arrodilla ante su contraparte, el Padre y dice: "Hágase Tu Voluntad..."
Entonces el más elevado, el espíritu divino, pide al más elevado aspecto de la Divinidad, el Padre, para su contraparte, el cuerpo denso: "El pan nuestro de cada día, dánosle hoy".
El próximo inferior, el espíritu e vida, ruega a su contraparte, el Hijo, por su contraparte de la naturaleza inferior, el cuerpo vital: "Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores".
El aspecto inferior del espíritu, el espíritu humano, ofrece entonces su petición al aspecto inferior de la Deidad para el más elevado de los tres cuerpos, el de deseos: "No nos dejes caer en la tentación".
Por último, al unísono, los tres aspectos del triple espíritu se juntan para la más importante de las oraciones, el ruego por la mente, diciendo: "Líbranos del mal".
La introducción, "Padre nuestro que estás en los cielos", es, sencillamente, como la dirección de un sobre. El aditamiento "Porque tuyo es el Reino, y el Poder y la Gloria por siempre. Amén" no fue dado por Cristo; pero es muy apropiado como parte de la oración del triple espíritu, pues encierra la dirección directa hacia la Deidad.
El diagrama 16 ilustrará la explicación antecedente de una forma fácil y sencilla, mostrando la relación entre las diferentes oraciones y los vehículos correspondientes.
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del libro Concepto Rosacruz del Cosmos de Max Heindel
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