HERMAFRODITISMO Y LA SANTÍSIMA TRINIDAD
El sexo como tal, en las esferas de las Jerarquías Celestiales (desde la concepción antropomórfica) no existe, sino Radiaciones Energéticas, Aspectos y Polaridades. En la aurora de la Manifestación, el Espíritu Universal o Ser Supremo, procede del Absoluto que es simplemente la Raíz de toda Existencia,
cuya conceptualización es imposible, pues significaría limitarlo. De este ser Supremo emanó la Palabra o Fiat Creador " sin el cual no se hace nada" y éste es el Hijo Bien Amado (que no es Cristo), nacido del Padre, la “Palabra” del Evangelio de San Juan, que "se hizo carne", lo cual indica que generó la Vida en ésta Tierra y en otros billones de planetas y satélites del Universo. Ese es el
Principio Creador Universal. El Primer Aspecto de este Triple Ser se caracteriza como Poder, del cual emana el Verbo (Palabra o Fíat) y de éste el Tercer Aspecto o Movimiento.
Nuestro Dios, la fuente y motivo de nuestra existencia que es la Santísima Trinidad, el Dios de nuestro Sistema Solar, al que nos referimos aquí, es igualmente triple en su Manifestación y sus tres Aspectos son Voluntad, Sabiduría y Actividad, correspondientes a sus Personas respectivamente; El Padre, el Hijo y El Espíritu Santo ó Jehová. Como las otras Jerarquías luminosas verbigracia los Espíritus Planetarios y de otros Planos superiores, son entidades creadoras completas en Sí mismas.
Nuestro Ego, conceptuado el término como el Triple Espíritu compuesto del Espíritu Divino, Espíritu de Vida y Espíritu Humano y que es una de las Jerarquías, la última en efecto de esta oleada de vida y, contrariamente a lo que se cree, es bisexual y en los mundos internos se manifiesta de dos maneras: Voluntad e Imaginación, siendo la primera la fuerza masculina aliada a las fuerzas solares, mientras que la otra, la Imaginación, está correlacionada con las fuerzas lunares y es el poder femenino que predomina
en la mujer. Fue necesaria la división de los sexos en muy temprana época de la evolución de la humanidad, cuando el ser humano carecía de cerebro y laringe.
Cito casi textualmente: El cuerpo vital o etérico, que eventualmente se transforma, trasmuta y convierte en alma, es del sexo opuesto, por tanto se puede decir que el alma de la mujer es masculina y la del hombre es femenina.
El cuerpo vital es una réplica o contraparte exacta, órgano por órgano, del cuerpo físico con esa sola excepción, y esto explica muchos hechos que, de otra forma, serían inexplicables. Las facultades relacionadas con el cuerpo vital son crecimiento, propagación, asimilación y memoria. La mujer, que tiene un
cuerpo vital positivo, madura antes que el varón, y las partes análogas a la vida vegetal, como el cabello, por ejemplo, crecen más, y, naturalmente, un cuerpo vital positivo generará más sangre que el cuerpo vital negativo que posee el varón; de ahí que en la mujer haya una presión sanguínea más grande, de la que tiene que librarse mediante el flujo periódico, y cuando éste cesa en la
edad crítica hay un segundo crecimiento, pues la mujer se pone más gruesa y adquiere las características propia de las matronas.
Los impulsos del cuerpo de deseos o astral empujan la sangre a través del sistema con diversa velocidad, de acuerdo con la fuerza de las emociones. La mujer, teniendo un exceso de sangre, trabaja bajo una presión mayor que el hombre, y si bien esta presión se amortigua con el flujo periódico, a veces es necesaria otra válvula de escape: las lágrimas, que no son más que una
sangría blanca, y operan como una válvula de seguridad para sacar el exceso de fluido. Los hombres, aunque pueden tener emociones tan fuertes como las mujeres, no son dados a las lágrimas porque no tienen más sangre que la que pueden soportar cómodamente.
Siendo positivamente polarizada en la Región Etérica del Mundo Físico, la esfera de la mujer ha sido el hogar y la iglesia, donde se encuentra idealmente rodeada por el amor y la paz, mientras que el hombre lucha la batalla por la supervivencia de los más aptos, sin tener cuartel en el Mundo Físico, el denso, donde él es allí positivo...
El preceptor de la filosofía de la que principalmente alimento varios de mis comentarios se aventuraba a decir que solo hay un pecado: la Ignorancia, y solo una salvación: el Conocimiento aplicado. Hasta el más sabio de nosotros sabe muy poco de todo cuanto se puede aprender, no obstante, y menos aún ninguno ha alcanzado la perfección, pues tampoco ésta puede conseguirse en una sola y corta vida; pero, sin embargo, podemos observar que todo en la
Naturaleza tiende, lenta y persistentemente, a su desenvolvimiento
persiguiendo y alcanzando estados cada vez más elevados. Nosotros llamamos a este proceso EVOLUCIÓN.
Es una tarea de enorme dificultad tratar de, en pocas líneas, explicar los procesos involutivos, evolutivos y epigenésicos de la humanidad completamente ligados a la influencia y trabajo de Grandes y Luminosas Jerarquías Espirituales que han colaborado en esta cósmica labor y explicar el por qué la separación de los sexos, sus causas y consecuencias, pero intentaremos esbozar algo coherente. Basados en esta premisa y en investigaciones directas de grandes esoteristas en la Memoria de la Naturaleza
o Archivo Akáshico según el decir de los hindúes, sabemos que el ser humano, en un principio, en sus albores evolutivos, estaba dotado de los dos sexos, como una gran cantidad de plantas de la actualidad. Era la época hiperbórea, en la que el ser humano evolucionante era bisexual y su reproducción era
similar a la que se ocasiona actualmente en las plantas hermafroditas, es decir, para hacer un símil rudimentario, la reproducción ocurría mediante una sexualidad floral similar a la de las patatas (Solanum tuberosum), con presencia de gineceos y androceos en la misma flor, es decir era una unidad reproductora en sí misma. Es significativo apreciar que en la actualidad está
vigente la opinión entre los botánicos que las flores y plantas hermafroditas son menos evolucionadas que las unisexuales. Esto es así porque en casi todos los grupos de angiospermas que poseen flores unisexuales, entre las flores femeninas y masculinas hay la presencia de rudimentos o verdaderos estambres o carpelos (el androceo u orgánulo sexual masculino o el carpelo o gineceo). Véase la concomitancia de aquello con lo que estamos afirmando
aquí sobre las etapas de la evolución del hombre y lo que ocurre en las fases embrionarias del ser humano en el vientre materno y la reminiscencia fisiológica del órgano opuesto en el aparato reproductor del ser humano. Bien, hasta aquí el preámbulo y trataremos de resumir el proceso posterior.
En la subsiguiente Época, la Lemúrica, actuaron categorías divinas creadoras como los Señores de la Forma, ciertos Arcángeles y los Señores de la Mente. El Padre, primera persona de la Santísima Trinidad, es el más alto Iniciado de esta última Jerarquía Divina y estas entidades ayudaron al hombre a marcar la génesis de su individualidad. Es la obra del Día Quinto de la Biblia. Y sobre todo, el hombre obtuvo entonces su cuerpo de deseos o astral y era una mezcla de hombre-animal muy plástico como las otras formas que existían. Su esqueleto se había formado también y el hombre era capaz de modelar sus carnes y la de otros seres animales circundantes, en un medio ambiente hostil, neblinoso ardiente, volcánico e ígneo. A mediados de la Época Lemúrica se realizó la separación de los sexos y el hombre era apenas consciente de sí mismo. El Ego por medio de la mitad de su fuerza sexual construyó el cerebro y la laringe para la expresión del pensamiento y dejó de ser una unidad creadora completa. Cada ser humano poseía la mitad de la fuerza creadora y desde entonces tenían que buscar su complemento, su “media naranja” fuera de sí
mismos. Su vida real estaba todavía en el mundo espiritual antes que en el denso y apenas era consciente del acto de la propagación, el parto era si dolor y la muerte y el nuevo nacimiento eran apenas percibidas por él, “sus ojos no se habían abierto aún” y bajo la dirección de las huestes Jehovísticas, los Ángeles, expertos en la propagación, se les juntaba en determinadas y propicias épocas del año en grandes templos para efectos de que ejerzan el
acto creador de manera sacrificial religiosa. Fueron la huestes luciféricas, seres de una evolución lunar irregular o rezagados de la oleada de vida angelical, con la entidad angelical Luciferus, llamado también el portador de luz o el que ilumina, a la cabeza de ellos, los que “abrieron los ojos” al hombre creado por Jehová y por ende se convirtieron en Su adversario y coartaron los planes divinos, otorgando al hombre, prematuramente, la actividad libre conciencial respecto a la propagación y la posibilidad de la inmortalidad, a un alto precio, incorporando el error y las pasiones que conducen hacia el mal interior y al conocimiento del bien y del mal.
Estos semidioses o Espíritus Luciferes, abrieron al linaje humano caminos vedados en ese entonces al hombre y utilizaron su cerebro para expresarse y evolucionar. Siendo ellos la oleada de vida atrasada de los ángeles, que era la humanidad adelantada del Periodo Lunar, no podían tomar un cuerpo denso
como el hombre de la Lemuria y necesitaban del cerebro del hombre, de este novel órgano interno, para obtener conocimiento y poder seguir evolucionando, al contrario de los Ángeles que no requieren de nada para conocer. A través de la conciencia pictórica que el hombre poseía en la última parte de la Época
Lemúrica, Lucifer le enseñó a la generación adámica cómo liberarse de la sujeción a los ángeles o poderes externos y que por ellos mismo podían, sin la mediación de estos últimos, formar nuevos cuerpos; así el ser humano redirigiría más y más su conciencia hacia afuera para adquirir conocimiento.
Por tanto ellos también se aprovecharían de esas conquistas y evolucionarían. Y hasta ahora en la actualidad así ocurre incuestionablemente. Lucifer, cuya raíz griega es Phosphoros, a quien HPB le definió en La Doctrina Secreta como “The pale morning-star, the precursor of the full blaze of the noon-day sun" o “el pálido lucero del alba, el precursor de la plena luz del Sol del mediodía”, o sea éste último el Cristo Solar, el que es la Luz Verdadera, ha tenido un importantísimo papel en la evolución humana, como podemos deducir de lo que hemos expuesto.
Por otro lado, es fundamental para entender el drama evolutivo humano, distinguir muy claramente la evolución de la Forma Física de la evolución de la Vida. En la Vida que evoluciona en forma cada vez más perfectiblemente, las formas lo hacen por igual como su expresión y entonces, cuando no lo hacen, o lo hacen muy defectuosamente, tienden éstas a degenerar y a aplazarse y a
ser utilizada por espíritus rezagados en tanto y en cuanto éstos existan. Cuando ya no hay más rezagados, la especie muere indefectiblemente. Un caso reciente ocurrido y que ejemplifica esto es el del Viejo George, la tortuga centenaria de las Islas Galápagos, ejemplar único que murió hace poco sin dejar descendencia, extinguiéndose su subespecie, a pesar de todos los
esfuerzos de sus cuidadores y científicos que lucharon porque esto no ocurra. Max Heindel nos dice que en situaciones así, la forma se cristaliza, fosiliza y regresa al reino mineral y se incorpora a los diferentes estratos de la corteza terrestre. En el caso de nuestra especie, la vida nuestra es una secuencia continua de aprendizaje y cada vida es un fugaz instante entre dos alboradas.
Los seres humanos, no nos cansaremos de repetir, estamos constituidos de un Ego el que, contrariamente a lo que se cree, es bisexual y para expresarse en el mundo experiencial de la materia, de las formas, nace indistintamente como macho o como hembra y utiliza diferentes cuerpos de perfección creciente, en razón de las experiencias kármicas que necesita tener, equilibrar
y conocimiento que adquirir. El ser humano era macho-hembra en épocas lejanas y esta característica se destaca en el proceso embrionario por un determinado tiempo y hay reminiscencias de esto en su constitución fisiológica posterior. En el futuro, el ser andrógino, el divino hermafrodita, será el habitante
de estas esferas evolutivas.
Está muy claro, entonces, que la separación de los sexos ocurrió en la Época Lemúrica con el concurso de Jehová y los Ángeles. Los Espíritu Luciferes, que eran una parte de la humanidad del Periodo Lunar y rezagados de la oleada de vida de los Ángeles, entraron en la columna espinal y en el cerebro y le susurraron a la mujer, cuya imaginación se había despertado en las prácticas de la Raza Lemúrica por los Arcángeles. Ya que su conciencia era entonces
pictórica, percibieron a dichos espíritus rezagados en forma de serpientes al haber entrado en su cerebro por medio de la médula espinal serpentina.
En el Concepto Rosacruz del Cosmos, la obra magna de Max Heindel, se nos dice que: “El entretenimiento de la mujer incluía la asistencia y observación de las peligrosas peleas y hechos de los hombres que se ejercitaban en desarrollar la Voluntad, en cuyas luchas, muy a menudo, morían los cuerpos. La obscura conciencia de algo extraño hacía que la mujer se admirara al ver esas cosas tan anómalas. Estaba consciente de los espíritus que habían perdido sus cuerpos, pero su percepción imperfecta del Mundo Físico no le
permitía revelar a los amigos que sus cuerpos físicos habían sido destruidos.
Los Espíritus Luciferes resolvieron el problema para ella (la mujer), "abriéndole los ojos". Le revelaron a ella su propio cuerpo y el del hombre, y le enseñaron cómo podía conquistar la muerte creando nuevos cuerpos. De suerte que la muerte no podía con ellos porque, como Jehová, tenían el poder de crear a voluntad. Lucifer abrió los ojos de la mujer. Ella vio y ayudó entonces al hombre a abrir los suyos. De esta manera, en una forma real, si bien confusa, empezaron a "conocer" o a percibirse unos a otros y también al Mundo Físico. Se hicieron conscientes de la muerte y del dolor, y mediante este conocimiento aprendieron a diferenciar entre el hombre interno y el ropaje externo que lleva y que renueva cada vez que es necesario dar un nuevo paso en la evolución.
Entonces la pareja cesó de ser autómata, y se convirtió en seres que podían pensar libremente a costa de su inmunidad de dolores, enfermedades y muerte.”
El que la interpretación de comer el fruto como símbolo del acto generativo no es una idea absurda queda demostrado por la declaración de Jehová (que no es un capricho, sino la simple declaración de las consecuencias que produciría
el acto) de que morirían y de que la mujer pariría con dolor y sufrimiento. Él sabía que como la atención del hombre se había fijado ahora en su ropaje físico, percibiría la muerte. Y también sabía que el hombre no tenía aún sabiduría para refrenar sus pasiones y para regular el comercio sexual en base a las posiciones de los planetas y, en consecuencia, el parto debía producirse
con dolor, debido a ese abuso ignorante de la función.”
Me veo obligado a copiar los párrafos siguientes de dicho capítulo, que explican clarísimamente las inquietudes alrededor de este tema y lo completan. El autor continúa:
“Ha sido siempre un jeroglífico para los comentadores de la Biblia cómo podía relacionarse el comer una fruta con el nacimiento de un niño, pero si comprendemos que el comer la fruta es símbolo del acto generativo por el cual el hombre se convierte en algo semejante a Dios, en tanto que conoce su clase
y se capacita así para generar nuevos seres, la solución es bien fácil.
En la última parte de la Época Lemúrica, cuando el hombre se arrogó la prerrogativa de realizar el acto generador cuando quisiera, su entonces poderosa voluntad fue la que le permitió realizarlo. "Comiendo del árbol del conocimiento" en todo tiempo, fue como se capacitó para crear un nuevo cuerpo cada vez que había perdido su antiguo vehículo.
Consideramos generalmente la muerte como algo temible. Si el hombre hubiera también "comido del árbol de la vida" habría aprendido el secreto de vitalizar perpetuamente su cuerpo, lo que hubiera sido peor aún. Sabemos que nuestros cuerpos no son perfectos hoy en día, y en esos tiempos antiquísimos esos cuerpos eran extremadamente imperfectos. Por lo tanto, el que las Jerarquías creadoras impidieron al hombre "comer del árbol de la vida" también impidiéndole así renovar su cuerpo vital, estaba bien fundado. De hacerlo se habría hecho inmortal, ciertamente, pero no hubiera nunca podido progresar. La evolución del Ego depende de la de sus vehículos, y si no hubiera podido obtener nuevos y más perfectos vehículos por medio de las sucesivas muertes y renacimientos, se hubiera estancado. Es una máxima oculta, que cuanto más a menudo morimos mejor podemos vivir, porque cada nacimiento nos proporciona una oportunidad nueva.”
Hemos visto que el conocimiento cerebral, con su egoísmo concomitante, lo obtuvo el hombre a costa de su poder de crear él solo. Adquirió su voluntad libre a costa del dolor y de la muerte; pero cuando el hombre aprenda a emplear su inteligencia para el bien de la humanidad, adquirirá poder sobre la vida y, además, será guiado por un conocimiento innato muy superior a la actual conciencia cerebral, tan superior a ésta como la conciencia actual es a la conciencia animal.
La caída en la generación fue necesaria para construir el cerebro, pero ésa es, a lo sumo, únicamente una forma indirecta de adquirir conocimiento, y será sucedida por el contacto directo con la Sabiduría de la Naturaleza, la que el hombre, sin cooperación alguna, podrá utilizar para la generación de nuevos
cuerpos. La laringe hablará nuevamente "la Palabra perdida" el "Fiat creador", la que, bajo la dirección de los grandes Instructores, fue empleada por los antiguos lemures para la creación de los vegetales y animales.
El hombre será entonces un creador en verdad. No en la forma relativa y convencional del presente, sino que por el empleo de la palabra apropiada o 'fórmula mágica' es cómo podrá crear un nuevo cuerpo.
“Todo cuanto se manifestó durante el período descendente de la involución subsiste hasta que se alcanza el punto correspondiente del arco descendente. Los actuales órganos de generación degenerarán y se atrofiarán. Los órganos femeninos fueron los primeros en existir como unidad separada y, de acuerdo con la ley de que "los últimos serán los primeros" y de que los "primeros serán los últimos", serán los últimos en atrofiarse. Los órganos masculinos comenzaron a diferenciarse después, y aún ahora ya comienzan a
dividirse del cuerpo...”
Por supuesto que la ignorancia y el miedo han producido periodos de injusticia y de dolor para la mujer en grandes épocas de la historia, acentuándose la perversidad de los estamentos sociedades regentados fundamentalmente por hombres en algunas de ellas, como la época de la nefasta inquisición. No olvidemos, sin embargo, que, en virtud de la Ley del Renacimiento y de la Causación, esos errores e inequidades se han compensado y lo harán a lo largo de los tiempos, pues es una regla casi generalizada que el Ego nace alternadamente en cuerpo contrario al de su vida pasada en la Tierra, una vez mujer y otra hombre y poco a poco se va logrando más equilibrio e igualdad de los sexos, a medida que inconscientemente se asume e incorpora esta gran verdad. El desconocimiento ha generado pesar e injusticias que se repiten y revierten en cada periodo histórico, pero esto es el producto del abuso del libre albedrío del hombre y de su lento aprendizaje por el camino del sufrimiento y de las equivocaciones, como ya he puntualizado. Pronto alborearán mejores días y es evidente que caminamos hacia un futuro más equitativo y donde el respeto a la dignidad ajena, la igualdad de oportunidades, deberes y derechos independientemente del género sexual, será el comportamiento usual en la aldea humana. La evolución de la materia hacia el espíritu, el regreso potenciado de los hombres al Padre mediante el amor, la fraternidad, la filantropía y el servicio desinteresado, es el anhelo de todos los que entendemos nuestro destino estelar.
José Mejía R.
16-07-2012
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... gracias por esta aportación, estimado amigo, gracias.
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