LECCIÓN VIII
LAS EXPERIENCIAS BENEFICIOSAS DEL PURGATORIO
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No debemos alarmarnos al ver la palabra “purgatorio”, porque, aunque las experiencias en este estado pueden ser dolorosas, al mismo tiempo son enteramente beneficiosas, porque liberan al Ego del peso que de otro modo podría impedir su elevación a las regiones superiores. Ésta es la razón por la cual el purgatorio viene inmediatamente después de la muerte. Desde nuestro punto de vista sería más deseable entrar en primer lugar, en el cielo, sobre todo si hemos tenido una vida terrestre muy dura, pero esto es científicamente imposible; no podemos elevarnos hasta que nuestra gravedad espiritual específica no haya disminuido.
El purgatorio está situado en las tres regiones más bajas del mundo del deseo. Su función principal es la de separar la materia de deseos inferior que hemos depositado en nuestros cuerpos de deseos durante la vida terrestre. Todos los deseos bajos y egoístas son seccionados ahora por la fuerza de repulsión, que es la fuerza predominante en esta región. La afirmación de la propia personalidad es el resorte principal de la fuerza de repulsión. Por medio de esta fuerza todas las cualidades basadas sobre la afirmación de la propia personalidad, y contrarias al altruismo, son destrozadas.
El panorama de la vida pasada entonces se desarrolla ante el Ego, trayendo consigo las fuerzas purgantes apropiadas para cada incidente. Aquí el Ego siente todas las penas causadas por él a otras personas. Aquí sufre las ansiedades de deseos destructivos, como son los de bebidas alcohólicas, de tabaco y drogas, porque estos deseos son entonces imposibles de satisfacer. Estará sufriendo hasta que estos deseos mueran por falta de satisfacción. La dolencia relacionada con este proceso es aproximadamente tres veces más aguda que la de experiencias similares en la vida terrestre, porque el procedimiento es tres veces más rápido, y porque el Ego no dispone entonces de un cuerpo físico para aliviar el sufrimiento.
El período del purgatorio dura por lo general aproximadamente la tercera parte de la vida terrestre del individuo.
De lo que precede se puede deducir una lección práctica, es decir, que la mejor manera de liberarse aquí de malos deseos es sencillamente la de arrancarlos de nuestro conocimiento, y de dejarlos morir de inanición. Si los combatimos, creamos formas de pensamientos a las cuales ellos se aferran, prolongando así su vida. La inanición es por consiguiente el único método práctico, y se logra sobre todo limpiando la mente de pensamientos impuros. Así debemos comprender que es una tontería crear durante la vida una gran cantidad de obstáculos, en forma de deseos destructivos de cosas como tabaco y drogas. Pero si hemos fomentado la costumbre de estos deseos, conviene convencernos de la gran conveniencia de liberarnos de ellos durante esta vida terrestre, pudiendo hacerlo con sólo una tercera parte del sufrimiento y molestia que tendríamos que soportar en la vida después de la muerte. Hasta desde el punto de vista egoísta, el sentido común nos debería aconsejar de abandonar estos deseos mientras tengamos la oportunidad de hacerlo con facilidad.
Como resultado de las experiencias del purgatorio se desarrolla la conciencia, gracias a lo cual se consigue que el Ego esté menos expuesto a repetir sus errores en las vidas futuras: igualmente, en la próxima vida, el Ego ya no estará sujeto como antes a los malos deseos, pero podrá ejercer su libre voluntad, lo que no sería posible hacer, si aquellos deseos no hubiesen sido expulsados. Sin embargo, la tentación de satisfacer aquellos mismos deseos será repetida hasta que el Ego haya finalmente desarrollado el poder de voluntad suficiente para dominarlos. Entonces ya no entrarán más en el campo de su conciencia.
Después de haber pasado por los procesos purgatoriales, el Ego está capacitado para entrar en los mundos celestiales y gozar de aquella vida, lo que antes no le hubiera sido posible hacer. Muchas personas trabajan con la ilusión de que si pudiesen entrar en el cielo en el momento de morir serían felices; pero en realidad las vibraciones de los planos celestiales son tan elevadas que si una persona cualquiera fuese llevada allí antes de haber pasado por los procesos purgatoriales, estaría en las más intensa agonía, porque sus vehículos espirituales estarían vibrando a un tono muy inferior, y si se quisiere elevar su tipo de vibración de repente al tipo de los planos celestiales, esto crearía una condición igual al de una electrocución.
Personas que durante su vida terrestre se hartan de vicios y crueldades o emplean la magia negra para obtener poder sobre otros, endurecen su cuerpo vital y hacen que éste se compenetre inextricablemente con el cuerpo de deseos. Los dos constituyen entonces lo que se llama el “cuerpo del pecado”. Tales individuos quedan ligados a la zona terrestre cuando pasan a las regiones del purgatorio. Las fuerzas del purgatorio no son capaces de desintegrar al cuerpo del pecado con la rapidez acostumbrada; de lo cual resulta que estos Egos se quedan bajo la influencia terrestre en algunos casos durante centenares de años, reteniendo su mala disposición. Además, están entre nosotros, y más cerca que nuestros pies y manos, y por medio de sugestión mental son capaces de incitar a los mentalmente débiles, hasta al crimen. Así son mucho más peligrosos que los criminales físicos.
Y ahora viene la parte más práctica de la lección, es decir, un método que nos permite evitar el purgatorio si solamente queremos tomarnos la molestia de aprender un poco a dominar el tiempo. Se trata del método Rosacruz de retrospección. Cada noche deberíamos hacer un repaso de los acontecimientos del día en sentido al revés, empezando con los de la noche y continuando la revista hacia atrás, hacia los de la mañana, examinando cada acontecimiento cuidadosamente para discernir perfectamente su cualidad de bueno o de malo. Deberíamos hacer que las experiencias del día vuelvan otra vez al campo de nuestra conciencia, esforzándonos para sentir el sufrimiento que hemos causado a otros y tratando de sentir también la cualidad no-espiritual de nuestras malas acciones del día. Obrando así, viviremos nuestro purgatorio cada noche, y cuando pasemos del otro lado del velo, no necesitaremos pasar por las experiencias intensificadas del purgatorio como las demás personas ordinarias. Así no solamente nos ahorraremos mucho sufrimiento, sino también mucho tiempo, el que podremos emplear para servicios útiles en los mundos superiores, ganando de este modo un suplemento de desarrollo del alma. Igualmente nos será posible así, el volver más pronto a otra reencarnación.
Además, este proceso de retrospección libertará la energía emocional generada cada día, eliminando así la posibilidad de causarnos más tarde sufrimientos neuróticos. Este método constituye realmente el diario perdón de pecados, porque así borramos día a día nuestros pecados del Libro de Dios, es decir, el recuerdo dentro de nuestro corazón.
del libro
Filosofía Avanzada
Max Heindel
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