martes, 19 de marzo de 2019

El Cristo Cósmico y el plan de Redención - Lección mensual del estudiante de setiembre de 1970 - en you tube -



El Cristo Cósmico y el plan de Redención
Lección mensual del estudiante de setiembre de 1970

en you tube, desde aquí
https://www.youtube.com/watch?v=3MMSOJeOkeg&feature=youtu.be

   Cuando decimos que el Mundo del Espíritu de Vida es el Hogar del Cristo Cósmico, no queremos decir que Su ministerio esté limitado a ese Mundo.  Cristo pertenece a la oleada de vida de los Arcángeles, la humanidad del Período Solar, y había alcanzado la unión con el Segundo Aspecto (Sabiduría) del Logos Solar Original en dicho Período.  En la aurora del Período Terrestre ya estaba preparado, junto con Jehová y el Padre, para asumir el gobierno de la evolución durante el mismo.  Como arcángel, todavía poseía el átomo simiente de un cuerpo de deseos, como los otros arcángeles, y podía manifestarse en tal cuerpo cuando lo deseara, pero no podía crear un cuerpo etérico ni un cuerpo físico denso.
   Aunque el Logos Solar había creado el arquetipo de la evolución de nuestro sistema solar, con sus siete Periodos mundiales, hasta el más pequeño átomo, a la vida evolucionante se le concedió cierta dosis de libre albedrío o Epigénesis.  A causa de ello surgió una situación en el Periodo Lunar en la que los Luciferes se rebelaron contra el esquema evolutivo de Jehová.  Éste era un asunto que tenía que ser resuelto, y en el tiempo en que alboreaba el Período Terrestre, ya había sido formulado un plan de salvación, mediante el cual, el arcángel Cristo descendería sobre el gran iniciado humano Jesús de Nazaret, tomando prestados, para Su ministerio, los dos vehículos necesarios para una encarnación sobre el planeta Tierra: los cuerpo etérico y físico, que Jesús había llevado a un estado de casi perfección, en la medida en que tal cosa le era posible a un ser humano de aquel tiempo.  Él, Jesús, voluntariamente, cedió esos cuerpos, como a la muerte, en el Bautismo que tuvo lugar en el Jordán, para que el arcángel Cristo pudiese trabajar por nuestra humanidad desde dentro de ella, y por nuestro planeta, desde dentro del globo terráqueo.
   Hay dos aspectos del Plan de Redención de Cristo: uno por medio del cual el Mesías Jesús y el arcángel Miguel, Espíritu de los judíos, deberían llevar al pueblo y a la nación hebrea a un nuevo patrón mundial; el otro por medio el cual el Cristo Cósmico redimiría a toda la Humanidad y al Planeta mismo, que había llegado a cristalizarse más allá de lo previsto en el arquetipo del esquema evolutivo creado por el Logos de nuestro sistema.
   Antes de que comenzase el Período Terrestre, el Logos Solar Original se retiró y dejó el trabajo evolutivo en manos de los tres grandes iniciados de los Períodos anteriores de nuestro Gran Día de Manifestación: el Padre, Cristo y el Espíritu Santo, Jehová.  Estos eran los vice regentes del Logos Solar para llevar a cabo Su voluntad y Su plan.  Con un proyecto tan vasto, que lo incluía todo, era natural que los videntes de todas las naciones tuviesen conocimiento de él y que, por tanto, se encontrasen profecías acerca del advenimiento de un Salvador del Mundo en la literatura sagrada de todos los pueblos.  El Antiguo Testamento de los hebreos conservó algunas de estas profecías, pero también se encuentran en las Sagradas Escrituras de otros pueblos, tales como los egipcios que, más de dos mil años antes de Cristo, habían profetizado ya la venida de un Rey Pastor.
   Extraños y hermosos acontecimientos debían anunciar Su venida.  La Cábala dice que, cuando llegase el Mesías, el arco iris resplandecería con diversos esplendores, sobrepasando cualquier cosa que la Tierra hubiese nunca visto.  Tal arco iris es, dice, más semejante a una aurora, que a un arco de después de la lluvia: pero es el arco iris dado como señal promesa del Mesías, con sus tres colores primarios, que son capaces de refractarse en muchos más.  Ésta es la Señal del Maestro, de la que se habla en la literatura esotérica.  Representa  la aureola que rodea a todo adepto humano, así como a los ángeles y dioses.  Todos los seres elevados, en la evolución de nuestro sistema solar, desarrollan esta triple aureola.  Simboliza la triple cubierta del Espíritu Virginal y su reflejo en el Dorado Vestido de Bodas en los planos inferiores.  Cósmicamente significa el Triple Sol o Trinidad Solar.


Los libros del Salvador

   Durante el siglo dieciocho aparecieron en Inglaterra ciertos textos antiguos que parecían ser las enseñanzas desconocidas o “perdidas” de Cristo.  Estaban escritas en copto, la más reciente forma de la lengua egipcia, que se escribía en caracteres griegos.  Dichos textos habían sido, aparentemente, traducidos al copto de un texto griego original, ya que en ellos hay muchas frases y modismos que reflejan la influencia griega.  Estos documentos forman el libro conocido popularmente como Pistis Sophia (la Fe-Sabiduría), más apropiadamente llamado, según los eruditos, El Libro del Salvador.  No hubo realmente ninguna traducción adecuada del Pistis Sophia al inglés ni a ninguna otra lengua europea hasta 1.896 en que G.R.S. Mead publicó su gran obra cuando los eruditos creían que los documentos permanecían desconocidos, excepto por algunas pocas citas publicadas por el museo que los había adquirido.  Sin embargo, este período de la historia se caracteriza por un súbito despertar del interés por el Cristianismo Gnóstico o esotérico, y parecía haber buenas razones para suponer que tanto el Libro de Enoc como el Pistis Sophia podían haber sido traducidos a las lenguas europeas antes de lo que creen los eruditos. 
   Documentos descubiertos en el siglo veinte en el Mar Muerto en Palestina y en el Nag Hammadi en Egipto,  contienen doctrinas similares a las que se hallan en el Pistis Sophia y ofrecen una evidencia de que verdaderamente existió un cristianismo esotérico entre los primeros cristianos.  El Libro de Enoc se conocía en los siglos anteriores pero, repudiado por las iglesias y sinagogas, se depositó u oculto en criptas y cavernas.  Como Pistis Sophia, el Libro de Enoc fue redescubierto en el siglo dieciocho y traducido a las lenguas modernas en el curso del siglo diecinueve o, incluso antes.  
   Las doctrinas del Pistis Sophia son menos conocidas que las de Enoc, pero son particularmente interesantes para el estudiante rosacruz.  Allí leemos que Jesús vivió en Palestina y enseñó a sus discípulos por espacio de once años después de la Resurrección, pero durante ese tiempo enseñó sólo los “Misterios más bajos”, es decir, los Misterios Menores.  Luego, en el decimoquinto día del  mes de Tybi, el día de la Luna Llena, él y sus discípulos se reunieron al amanecer en el Monte de los Olivos y, cuando el sol salió, “surgió tras él una Potestad de gran luz, brillando intensamente… Salió de la Luz de las Luces (el Sol Interior) y salió del Último Misterio (el Padre), desde adentro, sin… y esa Potestad de Luz descendió sobre Jesús y le rodeó enteramente… y él brilló muy intensamente”.  Cegados, los discípulos le pidieron que atrajese hacia sí la Luz, de modo que pudieran verlo de nuevo.  La Luz que ellos vieron cubriéndolo “emitió muchos rayos de Luz… no como otros, sino… de diversas clases, y era de diversos tipos, desde abajo hacia arriba, un rayo más excelente que otro… en una grande e inconmensurable aureola de luz; se extendía desde debajo de la tierra hasta el cielo…  Cuando esa Potestad de Luz hubo descendido exactamente sobre Jesús, gradualmente lo rodeó… luego ascendió o se remontó a lo alto, resplandeciendo muy intensamente en una luz inconmensurable.  Después de tres horas, las potestades de los cielos se agitaron y todas fueron puestas en movimiento una contra otra… toda la tierra se agitó la tercera hora de ese día hasta la novena hora de la mañana… (pero) todos los ángeles y sus arcángeles (gobernantes) y todas las Potestades de lo alto, todas cantaron alabanzas al Interior de los Interiores, de modo que el mundo entero oyó sus voces, sin cesar en ellas hasta la novena hora de la mañana”.
   Puesto que este acontecimiento tuvo lugar once años después de la Resurrección de Cristo, parece relacionarse con las Iniciaciones del hombre Jesús quien, como dice El Concepto Rosacruz del Cosmos, recibió en devolución, del Espíritu del Sol, los átomos simientes de sus cuerpos denso y vital y construyó un cuerpo vital temporal para funcionar en él durante algunos años, mientras enseñaba el núcleo de la nueva fe.
   Pistis Sophia nos dice que cuando, en esta ocasión, Jesús ascendió a lo alto, estaba revestido únicamente de la aureola inferior pero, cuando descendió de lo alto estaba rodeado de una triple aureola, una por encima de la otra y cada una de ellas, más hermosa que la anterior.  Esta triple aureola era, por tanto, triple halo, no simplemente tres colores, sino tres arcos iris, con rayos de brillante luz blanca irradiando a través de ellos.  Fue entonces cuando Jesús enseñó a sus discípulos los Grandes Misterios, que nunca antes habían sido conocidos sobre la Tierra.
   De nuevo Max Heindel dice que, en los tiempos que siguieron, los Caballeros del Grial y los de la Tabla Redonda, los santos Druidas y los Trottes del norte de Rusia estuvieron entre las órdenes a través de las cuales trabajó el Maestro Jesús diseminando los nuevos Misterios del Cristo, que son los Misterios Mayores a que se refiere la Filosofía Rosacruz.
   En estas Iniciaciones, Jesús fue elevado a lo alto por el Espíritu del Sol.  Porque, de acuerdo con las enseñanzas de la sabiduría Occidental, el Espíritu del Sol no fue el mismo ser que el hombre Jesús.  Fue el arcángel Cristo, quien tomó los cuerpos denso y etérico de Jesús en el Bautismo; fue a Él a quien se crucificó; y fue Él quien resucitó de la tumba, saturó la Tierra con su aura y luego ascendió al Sol.  Allí, atravesó espiritualmente el Mundo del Espíritu de Vida y, en el Mundo del Espíritu Divino, se reunió con el Padre, después de los cual, descendió una vez más a la Tierra, y ha continuado haciéndolo así desde la primera Ascensión de Pascua.
   Jesús y sus discípulos participaron de los Misterios de Cristo en sus principios: contemplando la Ascensión del arcángel Cristo al Sol y su retorno en el cielo anual, y recibiendo de Sus manos las varias Iniciaciones; entrando por las “puertas” para las cuales tenían las necesarias “vestiduras”; y llevando a cabo el “Matrimonio” o “Unión” con el correspondiente Principio Cósmico en las Grandes Iniciaciones.
   Tocante a estas Iniciaciones de Cristo, leemos en el apócrifo Evangelio de Felipe (de Nag Hammadi): “Y no es posible que nadie vea a los que están establecidos, a menos que se haga como ellos.  No como con el hombre cuando está en el mundo; él ve el Sol, pero no es un sol; y ve los cielos y la tierra y todas las otras cosas, pero él no es estas cosas; sí sucede con la verdad.  Pero… tú ves el Espíritu (Santo) y te conviertes en el propio Espíritu (Santo).  Tú ves a Cristo y te conviertes en Cristo.  Tú ves al Padre y te conviertes en el Padre… Porque tú te conviertes en lo que ves”.

Trascrito de BOLETIN INTERNO Nº 32
AÑO 1999 – TERCER TRIMESTRE (Julio-Setiembre)
Fraternidad Rosacruz Max Heindel
(Madrid)
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1 comentario:

  1. Gracias Amigo Edgardo por subir estas excelentes lecciones que se impartían desde la Fraternidad!

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