viernes, 22 de marzo de 2019

¡Alleluia! - Christine Lindeman - en you tube -



¡Alleluia!

   “Alleluia: Por el Señor Dios omnipotente reinante”.
    Cada Pascua Florida nos estremecemos con estas elocuentes palabras de la “Revelación”  (19:6), con la música y coro del incomparable “Mesías” de Handel.
   En cada Pascua nos regocijamos con el renovado conocimiento de la incesante regeneración y vida cósmica.  En cada Pascua una sensación de júbilo y admiración nos invade y es como si, observando el milagro de la ascensión de Cristo, en pequeña medida, también nosotros ascendemos más allá de las sombras de la encarnación material y gustamos de la gloria eterna.
   Al agradecer la bendición del autosacrificio de Cristo, que nos otorga por otro año, podemos por otra parte comenzar una nueva etapa en esta tarea de vida terrenal.  Así como el reino vegetal empieza un nuevo ciclo de desarrollo de la primavera del año, así también la humanidad siente el resurgimiento de vitalidad.
   Una vez más, Cristo ha imbuido la tierra con lo más grande de Su poder, con la emanación espiritual que hace posible todo crecimiento y acción, y de la cual obtenemos la fortaleza que nos capacitará para comenzar de nuevo.  Aunque Cristo  asciende nuevamente, no obstante Él permanecerá con nosotros.
   Aunque Él ascenderá en gloria al mismo trono del Padre, en el Solsticio de verano, Su vida, Luz y Amor que todo lo abarca permanecerá dentro la tierra como factor principal de nuestro progreso evolucionario, tanto físico como espiritual.  Entre las palabras de consuelo que nos dejó Cristo Jesús apreciamos particularmente: “He aquí, yo estaré siempre con vosotros, hasta el fin de la tierra”.
   Aleluia, la palabra de regocijo que frecuentemente resuena para Pascua, es una expresión de adoración, gratitud y alegría y seguramente no hay tiempo más apropiado que el tiempo de Pascua para expresar estos sentimientos. 
   Le debemos adoración a nuestro Creador de quien recibimos toda vida; y adoración a Cristo, quien irradia las fuerzas de vida e intensifica sus vibraciones para que nosotros podamos progresar más rápidamente.  Gratitud para ésta, la mejor de todas las bendiciones, y por supuesto, como un permanente corolario de gratitud, siempre la alegría.
   La alegría es una emoción que algunas veces parece ser demasiado pequeña en este afligido mundo.
   Debemos estar seguros, sin embargo, que la miseria y el dolor nunca fueron parte del plan de Dios.  La desobediencia de la Ley Natural es la única causa de la infelicidad del hombre.  Cuanto mayor es la intuición espiritual, discernimiento, y comprensión que él cultiva, mayor es la obediencia de la ley natural, y mayor es la alegría innata que él manifiesta y siente. 
   Toda expresión de la Creación de Dios es una fuente de alegría, y es más claramente observada durante la primavera del año.  Una persona que sea muy impresionable puede sentir la regeneración que está abundantemente por todas partes.  Hay un incentivo para renovado crecimiento, progreso, ideas positivas y realización.  Hay un deseo de comenzar de nuevo, de superar los esfuerzos previos, de hacer aquello que aún no ha sido hecho.  Todo esto, es debido a las influencias espirituales del gran Cristo Radiante, quien ha dado a nuestro planeta y a toda la vida evolucionante que existe sobre él, lo necesario para esforzarse nuevamente y progresar un poco más.  Todo ello no puede ayudar, pero induciría alegría en los corazones de los hombres, si ellos solamente respondieran.  Hay alegría en la contemplación quieta de la naturaleza  en esta estación, cuando el verde de los nuevos follajes y los delicados matices de primavera florecidos son un deleite para los ojos.  Hay alegría al observar los pequeños animales jugueteando, y al escuchar las ansiosas voces de nuestros niños cuando salen con nueva piel de las escuelas, en la calurosa primavera solar.  Hay aún alegría  al  estar atados a los “pesados trabajos” de la limpieza del hogar, si el ama de casa tiene una actitud correcta.  Ahora, por fin, puede tener abiertas las ventanas y literalmente barrerá afuera la tristeza del invierno, fregando, puliendo, renovando y dejando el  interior de su casa tan brillante como los tulipanes del patio de enfrente.
   La alegría que nosotros obtenemos de la belleza de la primavera sobre la tierra es solamente una pequeña parte de la grandiosa e infinita alegría de la Creación.  Este tiempo de belleza es debido al trabajo de Él, quien nos da todo de sí, quien nos dará toda la belleza del universo si fuéramos capaces de recibirla.
   El canto de la alegría brota fuertemente de los pájaros, animales, plantas, y del hombre, según como este responda al amor inferido por Cristo.
  La alegría Pascual y la alegría de primavera no deben estar limitadas a una estación.
   El aspirante sincero dedicado a la práctica de las verdades espirituales que él conoce, conserva continuamente en su corazón la alegría de renovación.  Siempre trata de mejorarse, buscando la belleza y la bondad en la gente y cosas que lo rodean, y siempre encuentra oportunidades para servir desinteresadamente.  No puede ayudar sin hacer el desarrollo del alma, gradual y constantemente  y cuando lo hace, aumenta su capacidad para la alegría.
   La alegría, en el contexto espiritual, es una parte integral y permanente de la creación, y en la medida que nos damos cuenta de que hay algo más de lo físico comenzamos a percibirla con toda su fuerza y penetración.
   La verdadera alegría espiritual, llega  a ser exultación, una suprema manifestación de la cual no dudamos está en el triunfante Coro Angelical Pascual que saluda al Cristo, cuando emerge de su prisión terrenal.
   La Gran Música de las esferas, sobre la cual está basada la creación, es una monumental expresión de exultación.
   Seguramente los Maestros compositores que están capacitados para oír o sentir alguna de estas gloriosas armonías pueden dar fe del gozoso triunfo que ello produce.
   El crecimiento físico que se produce en primavera hace posible la adquisición de necesidades corporales para otro año.  Sin embargo, es bueno que recordemos que el Espíritu, como el cuerpo, también necesita alimento para su crecimiento y evolución.  El alimento del Espíritu consiste, en gran parte, de actos de bondad, llevados a cabo en un contexto de consideración para otros y el olvido de uno mismo.
   La canción de la alegría en nuestros corazones por aquello que hacemos, debe tener una segunda estrofa, celebrando la alegría de hacer por los otros.  Como sabemos, el crecimiento del alma depende de nuestras acciones rectas, y la más elevada forma de crecimiento depende de las acciones rectas realizadas con “alegría”.
   Es conveniente, además, que cuando nos deleitamos con esplendor de esta estación, que nos es posible debido a la magnificencia de Dios, hagamos nuestra contribución a través de lo que pensamos.
   ¿Cuál es nuestra donación para el próximo año?
   ¿Aprovecharemos nuestras oportunidades de servir, agregando nuestra pequeña contribución al mejoramiento del mundo?
   ¿Tomaremos estas oportunidades alegremente, agradecidas porque se nos hayan dado y por el privilegio de realizarlas, o serviremos re-sentidamente, obligados porque nuestra conciencia o intelecto nos dicta que es lo mejor?
   Esforcémonos para cumplir nuestros deberemos, aún los mas mundanos, con el mismo sentimiento de alegría que surge de nosotros en respuesta a las manifestaciones de grandeza de las fuerzas cósmicas en el trabajo.
   De esta manera, ayudaremos a elevar en una pequeña pero positiva forma, la fuerza regenerativa que subyace en toda evolución universal.

Trascrito de Artículos de RAYOS de la Rosa Cruz
De Abril de 1983
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