lunes, 2 de julio de 2018

El camino de los fluidos vitales - Capítulo 21 - vídeo, en facebook -

CAPÍTULO 21 
EL CAMINO DE LOS FLUIDOS VITALES 

Es increíble detenerse y pensar en todas las cosas maravillosas que vamos describiendo: el camino del tacto, del gusto, del olfato, de la vista y de la audición, la cámara fotográfica viviente, el instrumento musical, el sistema telegráfico, la gran cantidad de pequeños trabajadores en el cerebro y otras partes del cuerpo, la fuente viviente y el fluido vital con sus millones de capilares: todas las características presentes en cada cuerpo humano, incluso en el más pequeño. Y ¡sólo recién has comenzado a examinar las maravillas del Templo viviente! 
El fluido vital, en su flujo a través del cuerpo, alcanza cada parte de él, a excepción de las paredes exteriores. Los tubos que llevan la sangre lejos del corazón se llaman arterias, nombre debido al hecho de que el médico que las descubrió hace mucho tiempo, creía que contenían aire. Hasta el siglo XVI, poco se sabía de la sangre y la circulación sanguínea. En 1616, el físico inglés, Dr. John Harvey, descubrió la existencia de venas y arterias, que forman un circuito cerrado dentro del cuerpo, en el que fluye la sangre venosa y arterial. 
La arteria más grande es la aorta: sale de la parte ancha del corazón y se ramifica hacia el cerebro y el tronco. A lo largo de su recorrido se divide en muchos conductos secundarios que van a alimentar al mismo corazón, y a pulmones, cerebro, brazos, estómago, hígado, bazo, intestinos, riñones, piernas y a todos los músculos del cuerpo. El fluido vital, después de ser cargado con oxígeno, agua y alimento, se dirige desde el ventrículo izquierdo del corazón y fluye hacia la aorta a una velocidad de aproximadamente 32 centímetros por segundo. Si se cortara la aorta, la muerte sería instantánea. La sangre emana de una arteria cortada como el rocío de una fuente; para detener el sangrado se debe presionar fuertemente sobre el cuerpo, y en un punto cerca de la herida ubicado en la sección de la arteria que viene del corazón. 
Cada pulsación que sale de la arteria representa un latido del corazón; cuando sientes el pulso que escuchas, de hecho, se trata del latido del corazón. Las arterias de las muñecas, fluyen más cerca de la superficie y por lo tanto son puntos ideales para medir el latido del corazón. Los tubos que forman las arterias se componen de tres capas y la del medio está compuesta de tejido muscular. Cuando estos músculos se contraen el diámetro de la arteria se encoge y pasa una cantidad menor de sangre. En el cuerpo humano puedes contar casi mil arterias. 
Las ramas que parten desde la arteria aorta se ramifican en ramas más delgadas, de éstas nacen otras ramas aún más delgadas y esto se repite, a tal punto que los conductos llegan a alcanzar un diámetro tan pequeño que los corpúsculos de la sangre deben cruzar por un solo camino. Estos tubos muy finos se llaman vasos capilares, del latín capillus que significa cabello. Los capilares, además de ser muy delgados, también son muy delicados. Los capilares presentes en los pulmones son tan numerosos que si fuera posible combinarlos entre sí, crearían un largo conducto desde Chicago a Londres. Si todos los capilares del cuerpo se unieran cubrirían una distancia de miles de kilómetros. 
El conjunto de capilares puede contener mucha más sangre que los conductos de mayor diámetro, sin embargo, dado su tamaño, la sangre los cruza mucho más lentamente. Mientras sale de la aorta, viaja a unos 32 centímetros por segundo. En los capilares, en un segundo, logran recorrer un milímetro aproximadamente, velocidad que no es muy lenta en sí misma, pero está relacionada con el movimiento de la sangre. 
Este movimiento silencioso permite que la sangre ceda a las células nutrición, oxígeno y energía vital, pero también le permite recolectar los productos de desecho. Cada pequeña célula toma de la sangre lo que necesita y vierte en ella las sustancias inútiles o dañinas que crea con su trabajo. La sangre regresa al corazón a través de otra serie de conductos llamados venas: estos conductos son mucho más numerosos que las arterias. 
También son más grandes de diámetro a medida que se acercan al corazón. Las venas no pueden contraerse tan rápido como las arterias, porque sus paredes contienen menos músculos. Mientras que la sangre va cediendo oxígeno, se producen los cambios de color desde un hermoso rojo brillante a uno más oscuro. La sangre roja se llama arterial porque la lleva desde las arterias, y la sangre más oscura es la que fluye por las venas. Las venas recogen la sangre de los capilares, cargada de sustancias tóxicas y las devuelve al corazón para ser oxigenada y purificada nuevamente. Las venas de las piernas y de algunos órganos abdominales, incluido el hígado, convergen en la vena cava inferior, que lleva sangre a la aurícula derecha del corazón. 
Las venas que vienen desde la espalda, la cabeza, el cuello, los brazos y el tórax, llegan a otra vena grande llamada vena cava superior. Las venas del estómago, bazo, páncreas e intestinos se unen para formar la vena porta, que se introduce en el hígado. Cada comida y bebida consumida por nosotros, antes de poder ser asimilada por el cuerpo, debe ser filtrada por el hígado. Todas las venas llevan sangre venosa con la excepción de las cuatro venas que conectan los pulmones con el corazón: de hecho, transportan sangre arterial. Todas las arterias transportan sangre arterial, excepto la arteria que conecta el corazón con los pulmones, que lleva sangre venosa.
Entonces puedes ver cómo la fuente viviente y el fluido vital crean un sistema de comunicación entre todas las partes que componen el Templo viviente; es un sistema de comunicación muy lento, pero es tan útil como perfecto. Desde el corazón hasta todo el cuerpo, y viceversa, el fluido vital fluye continua y lentamente sin interrumpir su camino, llevándose con él elementos saludables y dando la vida de Dios a cada pequeño trabajador del Templo viviente. 
También hay otro sistema de comunicación dentro del cuerpo. Entre cada célula y cada capilar de la sangre, en efecto, hay un líquido claro, llamado linfa que fluye en pequeños tubos llamados vasos linfáticos. El conjunto de estos tubos forman el sistema linfático. También los vasos linfáticos aumentan de diámetro al acercarse al corazón. 
Las grasas de los intestinos se obtienen de la linfa, que luego se alimenta en un conducto más grande llamado conducto torácico; a su vez, se introduce en una amplia vena cerca del corazón. De esta manera, la linfa se mezcla con la sangre y llega a los pulmones donde se purifica. La linfa es un líquido importante, que constituye un cuarto de nuestro peso total, mientras la sangre constituye sólo una decimotercera parte. Actúa como intermediario entre las células y los capilares: de hecho, los capilares no ponen alimento directamente en las células, sino que se lo dan a la linfa. Las células, que están todas sumergidas en la linfa, lo absorben de ella, a través de la delgada membrana que las cubre. Es de la linfa por lo tanto, que las células reciben la comida, el oxígeno y la energía necesaria para su trabajo. 
Cada pequeño trabajador en el Templo, o cada célula, trabaja sola y está separada de los demás por una pared de líquido. En la soledad se alimenta, respira, se mueve y realiza su trabajo con las energías derivadas de la comida y del aire. Su cuerpo microscópico también emite sustancias de desecho, los cuáles se depositan en la linfa, que luego se encarga de verterlos en la sangre. Por todo ello es que la linfa es un fluido vital de suma importancia. 
Cada pequeña célula de la sangre vive en promedio seis semanas; después de este tiempo se marchita y muere, y una nueva célula toma su lugar. Por ahora, no sabemos la duración de las otras células en el cuerpoviii, pero sabemos que las células del cerebro, a pesar de estar experimentando un proceso de cambio y renovación, de alguna manera misteriosa, son capaces de preservar su identidad o personalidad individual, como lo hacemos a pesar de todos los cambios que encontramos en nuestra vida. 
A lo largo de todo el camino de la sangre y de la savia, hay algunas pequeñas estaciones de telecomunicación conectadas con el cerebro. Cada arteria y cada vena es controlada por el cerebro, los pequeños trabajadores del sistema nervioso regulan instantáneamente el flujo de sangre en cada parte del cuerpo. Cuando comienzas un trabajo pesado, llevan más sangre a los músculos afectados y envían también más sangre a tu cerebro. Regulan el flujo de sangre al estrechar o dilatar las paredes de los conductos sanguíneos: cuando hay contracción, el diámetro disminuye y el flujo de entrada también disminuye, cuando hay dilatación el diámetro se ensancha y la sangre puede fluir en mayores cantidades. 
Cuando los vasos sanguíneos se contraen, el corazón tiene que hacer un trabajo más pausado y lo hace lentamente. Cuando los conductos se relajan, el trabajo se vuelve más fácil y los movimientos son más rápidos. Cuando sientes un impulso de vergüenza, los trabajadores del sistema nervioso hacen dilatar las arterias de la cara, de esta manera la mayor cantidad de sangre puede fluir, siendo ésta la causa de enrojecimiento. 
El uso de alcohol paraliza los nervios que controlan el sistema de la sangre que, por esta razón, tiene la oportunidad de relajarse. Esta es la razón de que la ingesta de alcohol se asocia con caras rubicundas. Cuando una persona ha usado alcohol por años, estos nervios están perpetuamente relajados o dilatados, siendo ésta la causa de serias alteraciones. 
Cuando los conductos sanguíneos de la epidermis se dilatan, en esa área se produce calor generalizado. La piel se calienta, debido a la cantidad considerable de sangre presente, pero el resto del cuerpo está frío ya que se le ha quitado el calor, el que quedó así disipado. De esta forma, el consumo de alcohol te engaña porque te hace sentir calor, mientras que es sólo una sensación superficial. En lo profundo, en cambio, el cuerpo sigue demasiado frío, lo que hasta puede ser motivo de serio riesgo para la salud. 
La ropa apretada, que fuerza venas y arterias, impide que el flujo de sangre pueda fluir libremente creando acumulaciones de toxinas: debemos siempre usar ropa cómoda que permita cada movimiento.

del libro

La Historia de Un Templo Viviente 
UN ESTUDIO DEL CUERPO HUMANO 
FREDERICK M. ROSSITER, B S., M.D. Y MARY HENRY ROSSITER, A.M.
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