sábado, 30 de junio de 2018

LA PUERTA INTERNA - CAPÍTULO 28 - vídeo en facebook -


CAPÍTULO 28 
LA PUERTA INTERNA 

Todos habrán visto una hermosa casa, o una iglesia con una gran puerta de entrada. Desde esta puerta se puede acceder a la sala o atrio principal, desde el cual, las puertas interiores nos permitirán entrar a la casa o a la iglesia. Puedes considerar la boca como la entrada del Templo viviente, mientras que el hígado representa la puerta interior a través de la cual la mayoría de los nutrientes deben pasar. 
No todo lo que entra por la boca llegará al hígado, porque hay otras cinco maravillosas entradas, que quizá no hayas olvidado. El grueso de los materiales de construcción presentes en las comidas y bebidas no solo pasa por la boca y por el canal hacia abajo, sino también por la puerta pequeña, el hígado, donde esperan los inspectores de alimentos y de la construcción. Un 60% de las grasas no pasan por este camino sino que son recogidos por los fluidos lácteos y llevadas al corazón por la linfa. El resto de alimentos deben pasar por el hígado. La puerta interior está ubicada en el lado derecho del tórax, debajo de las costillas y del diafragma. Es una puerta bastante extraña porque consta de dos grandes lóbulos a la derecha y tres lóbulos pequeños que se extienden a la izquierda, hasta cubrir el extremo derecho del estómago. Su color es rojo pardusco, la superficie es lisa y en un hombre adulto su peso alcanza aproximadamente 1500 gramos, mientras que en un bebé ocupa la mitad de la cavidad abdominal. 
Una función del hígado es eliminar sustancias nocivas (toxinas). La parte lisa y grasa de una ostra tiene la misma función que el hígado, porque este animal maneja muchas toxinas. Es por esta razón que cuando se come una ostra o similares, se está comiendo un organismo lleno de toxinas. El hígado no es una puerta como las de una casa, tal como lo es el píloro y la epiglotis; de hecho, no se abre ni se cierra, ni da acceso a una habitación. Se considera una puerta en función de que la comida debe atravesarla para entrar al organismo. 
Además de una puerta de entrada, el hígado también podría considerarse como la glándula más grande del cuerpo. Ciertamente recordarás que una glándula está formada por un grupo de células ensambladas para realizar un determinado trabajo. La tarea del hígado es descubrir y luego destruir los materiales dañinos y procesar definitivamente los alimentos digeridos para que puedan ser utilizados en el Templo viviente. Por estas razones, debe considerarse al hígado como una puerta viva e inteligente, capaz de dejar pasar algunas sustancias y bloquear el acceso a otras. 
Las células del hígado realizan su trabajo en pequeños grupos llamados lóbulos y son, sin duda, los más activos del organismo. Ellos saben exactamente lo que tienen que hacer y cómo hacerlo, siendo una tarea muy importante que los mantiene ocupados día y noche. En los capítulos anteriores se podía seguir el camino de los alimentos que -después de entrar en la boca- se digirieron y pasaron luego al intestino. Allí fueron absorbidos por las venas pequeñas y de éstos pasaron a la vena porta grande que se vierte en el hígado. 
Las pequeñas células que forman los glóbulos sanguíneos, están muy atentas al material entrante para descartar lo que no se necesita o es dañino. Las sustancias útiles son recolectadas por pequeñas venas ubicadas en el centro de los lóbulos y luego enviadas al cuerpo a través de venas más grandes, para luego ingresar a la gran vena cava que ingresará por el lado derecho del corazón. Desde el corazón, entonces, mezcladas con sangre, entrarán en los pulmones para el proceso de oxigenación. 
Los venenos y otras sustancias nocivas se recogen en pequeños espacios del hígado y luego se expulsan a través de tubos delgados, llamados ductos o conductos biliares. Estas sustancias constituyen la bilis, un líquido amarillento que, a través del conducto biliar común, llega al duodeno al mismo tiempo que el alimento termina su permanencia en el estómago. La bilis es procesada por los pequeños trabajadores para ayudar en los procesos digestivos. Lo que se produce entre una comida y otra se almacena en una pequeña bolsa colocada debajo del hígado, que toma el nombre de vejiga biliar o vesícula biliar. Una vez que la bilis se ha vertido en el duodeno, ayuda a la digestión de las grasas y luego fluye a lo largo del tracto digestivo hasta ser eliminada con las heces, a las que da el color marrón característico. 
Los pequeños trabajadores del hígado realizan muchas tareas: producen energía, crean una reserva de glucógeno (combustible para las células), vitaminas y otros nutrientes, proveen la distribución de los nutrientes y la eliminación de desechos. Están constantemente trabajando para crear reservas de alimento, no solo para el hígado, sino también para los músculos y otras partes del cuerpo. Estas reservas son suficientes para mantenernos vivos, incluso si no tomamos alimentos durante una o dos semanas. 
El glucógeno sirve principalmente como alimento de los músculos, los que siempre mantienen un pequeño stock. Actúa como pólvora: se enciende cuando le llega la orden desde el cerebro para hacer un movimiento, al que provoca con una serie de explosiones microscópicas de energía. 
El hígado también podría considerarse una copa o taza de adivinación, así como las que en la antigüedad se creía que eran capaces de detectar la presencia de un veneno. Muchos reyes han pensado en tener una, pero las copas hechas por el hombre no pueden tener ese poder y, por lo tanto, no pocos reyes han muerto envenenados. El hígado, por otro lado, tiene esta capacidad milagrosa: sus pequeños trabajadores no pueden ser engañados y tienen mucho cuidado de identificar todas las sustancias que podrían dañar el Templo viviente. 
A veces habrás pensado que estabas engañando a tu hígado al ingerir alimentos que sabías que eran dañinos. Pero cuando estas sustancias llegaron a la puerta interior, los pequeños trabajadores las reconocieron y trabajaron para eliminarlas o convertirlas en algo inofensivo. Desafortunadamente, sin embargo, los trabajadores pequeños no siempre pueden eliminar todas las sustancias dañinas que llegan porque siempre están muy ocupados. Esta carga de trabajo adicional se debe a que a menudo se ingiere ‘material de construcción’ de muy mala calidad, incluso sin darse cuenta.
Esta es la primera razón por la cual algunas sustancias dañinas pueden penetrar el Templo viviente. La segunda razón radica en que los inspectores de las puertas interiores a veces están tan cansados y desanimados que no pueden hacer su trabajo de la mejor manera. Si continuamos comiendo demasiado, consumiendo bebidas nocivas (bebidas alcohólicas, congeladas, etc.) o abusando de los medicamentos, los pequeños trabajadores del hígado no sólo se cansan más y más, sino que se desmoralizan hasta el punto de interrumpir sus tareas, abriéndose el camino a enfermedades y trastornos. 
Si ingieres muchos productos que contienen azúcar refinado o industrial (galletas, dulces, caramelos) sobrecargará a los trabajadores pequeños que se fatigarán y no podrán hacer su trabajo correctamente, lo cual favorecerá la aparición de migrañas. Esos dulces te roban la fuerza y la salud de tu templo: incluso este tipo de robo se considera un pecado. Por ello, es tu tarea, como asistente del trabajo del Templo, evitar ingerir alimentos dañinos, prefiriendo, en su lugar, los alimentos sanos y buenosxii. 
El alcohol es uno de los peores venenos que las células pequeñas del hígado deben administrar, pues él las recubre con sangre y las priva de oxígeno, lo que hace que sea muy difícil su trabajo. Por esta razón, el alcohol causa numerosas e incurables enfermedades del hígado. Puedes ayudar a los pequeños trabajadores del hígado comiendo fruta fresca y agua potable o jugos de frutas. 
Debe notarse que las células del hígado no son alimentadas por la sangre que entra por la vena porta, así como el cajero de un banco no cobra su salario con el dinero que pasa por sus manos, sino que toma su pago de la oficina de personal. Por lo tanto, los trabajadores del hígado no reciben alimento de la sangre que proviene del intestino, sino de una arteria grande, llamada arteria hepática. A estos trabajadores también les ayuda en su tarea, un misterioso grupo de células llamado bazo, que es una glándula que vierte sus secreciones directamente en la sangre, ubicada debajo de la caja torácica, a la izquierda del estómago. 
Al destruir varios venenos, el hígado genera toxinas al igual que cualquier otro trabajador en el Templo que produce desechos con su trabajo. Estos residuos son expulsados del cuerpo por los recolectores de basura especializados que se encuentran en la piel, los pulmones y los intestinos. Es muy importante que estos residuos se eliminen por completo, ya que de lo contrario -al igual que ocurre con las cenizas del fuego- es probable que pudieran ahogar la llama de la vida dentro de nuestro magnífico Templo viviente.

del libro

La Historia de Un Templo Viviente 
UN ESTUDIO DEL CUERPO HUMANO 
FREDERICK M. ROSSITER, B S., M.D. Y MARY HENRY ROSSITER, A.M.
 

vídeo en facebook, desde aquí
https://www.facebook.com/rosacruces.acuarianos/videos/1114356785396271/

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