sábado, 31 de diciembre de 2016

Principios rosacruces para la educación de los niños


PRINCIPIOS ROSACRUCES
PARA LA EDUCACIÓN DE LOS NIÑOS

CAPÍTULO I
EDUCACIÓN DEL NIÑO


Quizá no exista problema más importante que la educación de los niños. En primer lugar, los padres conscientes que anhelan proporcionar a sus hijos el máximo de ventajas, comienzan antes del nacimiento y aun antes de la concepción, a dirigir sus pensamientos amorosos hacia la misión que van a cumplir en este sentido. Tienen especial cuidado en que su unión, que ha de brindar como resultado la generación de un nuevo ser humano, se efectúe bajo las influencias estelares más propicias, o sea cuando la Luna pasa por un signo que facilite la construcción de un cuerpo fuerte y saludable, teniendo de antemano sus propios organismos en la mejor condición física, moral y mental. Luego, durante la época de la gestación mantienen constantemente en su imaginación la idea de una fuerte y útil vida para el ser esperado.

Tan pronto como les es posible, después del nacimiento, efectúan el horóscopo del niño, “pues los padres prudentes son también astrólogos”. Pero si desgraciadamente no son capaces de realizar este estudio por sí mismos, de una manera completa, deben por lo menos, estudiar las influencias planetarias por cuyo medio comprendan perfectamente lo que el astrólogo les pueda decir, pero de ningún modo deben consultar a un astrólogo profesional para que les aconseje, uno de esos que prostituyen esta divina ciencia por dinero, sino que deben buscar el consejo de un astrólogo espiritual aunque tengan que buscarle y esperar durante algún tiempo. En el mapa natal del niño pueden verse las fortalezas y debilidades de su carácter, y de este modo los padres se verán en la posibilidad de estimular las buenas cualidades y tomar las medidas necesarias para contrarrestar las malas tendencias antes de que se conviertan en realidades, y consecuentemente ayudarán en gran escala al nuevo espíritu para vencer sus defectos.

Después los padres deben tener por entendido que lo que comúnmente llamamos nacimiento no es más que la venida al mundo del cuerpo físico visible, el cual nace y presta su alto grado de eficiencia mucho antes que los vehículos invisibles del ser humano, debido a la sencilla razón que aquél lleva mucho más tiempo de evolución. Lo mismo que el feto está escudado contra los impactos del mundo visible por el protector vientre de la madre durante el proceso de gestación, asimismo están protegidos por envolturas de éter y de materia de deseos los vehículos sutiles, las cuales le protegen hasta que se hallan en estado de madurez y capacidad para enfrentarse con las condiciones exteriores del mundo.

Durante los primeros años las fuerzas que actúan mediante el polo negativo del Eter Reflector están activas en extremo. Los más puros de nuestros niños son clarividentes hasta este día, permaneciendo en un estado inocente exento de pecados.

Así fue con los lemurianos, que eran todavía inocentes y puros y poseían una percepción interna que les daba una oscura idea del contorno externo de los objetos, pero que les iluminaba mucho más claramente su naturaleza interna, sus cualidades anímicas, por una percepción espiritual nacida de su inocente pureza. Del mismo modo, en sus primeros años, los niños pueden “ver” los mundos suprafísicos, y muy a menudo charlan acerca de lo que ellos ven, hasta que la burla y el ridículo de los padres, o el castigo por “decir tonterías” les obliga a callar.

Es verdaderamente deplorable que los pequeños se vean reducidos a mentir (o al menos negar la verdad) debido a la incredulidad de sus “sabios” mayores. Asimismo, las investigaciones de la Sociedad de Estudios Psíquicos (Society for Psychical Research) han dado por resultado el descubrimiento de que los niños, frecuentemente, tienen compañeros invisibles, que les visitan a menudo hasta que alcanzan algunos años de edad. Durante estos años la clarividencia de los niños es, lo mismo que la de los médiums, de carácter negativo.

Lo mismo ocurre con las fuerzas que trabajan en el cuerpo de deseos. La pasiva facultad del sufrimiento del dolor físico se halla presente en ellas, mientras que el sentimiento de emoción está casi por completo ausente. El niño, por supuesto, exteriorizará su emoción a la menor provocación, pero la duración de tal sentimiento es sólo momentánea. Todo está en la superficie. De este modo podemos ver que todas las cualidades negativas se hallan latentes en la entidad recién nacida, pero antes de que sea capaz de utilizar sus diversos vehículos, las cualidades positivas deben madurar. 

El niño posee el eslabón de la mente, pero es casi incapaz de mostrar ninguna actividad individual de pensamiento. Es excesivamente sensitivo a las fuerzas que actúan sobre el polo negativo de la mente, y por lo tanto es imitador y enseñable.
No debemos imaginarnos, por lo tanto, que cuando el pequeño cuerpo de un niño ha nacido, el proceso del nacimiento ha terminado. El espíritu, habiendo construido ya muchos cuerpos físicos, los construye muy rápidamente, pero el cuerpo vital es una adquisición posterior del ser humano. Por esta razón, no estamos tan especializados en la construcción del último vehículo Por consiguiente necesitamos más tiempo para construir el cuerpo vital de los materiales no utilizados en la delineación del arquetipo y no viene a la vida hasta la edad de siete años, o sea el período en el que el niño echa su segunda dentición. El cuerpo de deseos es aún una adquisición posterior del complejo hombre y no es traído al nacimiento hasta la edad de catorce años, es decir, la edad de la pubertad; y por último, la mente, que hace al hombre lo que es: “Hombre”, no tiene lugar su nacimiento hasta los veintiún años. Según la ley ésta es la edad reconocida como la más temprana para que el individuo esté capacitado para ejercer sus derechos civiles.

Respecto a la influencia que el nacimiento de los diversos vehículos tiene sobre la vida, podemos decir: aunque los órganos han sido formados a la hora en que el nuevo ser viene a la vida, durante el tiempo del nacimiento a los siete años, o cambio de los dientes, las líneas del crecimiento del cuerpo físico se determinan. Los órganos de los sentidos toman formas definidas, las cuales nos dan las tendencias de su estructura e inician una u otra dirección en su desarrollo. Después aumentan de tamaño, pero todo su crecimiento sigue las líneas determinadas en estos siete primeros años, y las equivocaciones o negligencias de las oportunidades de este período no podrán ser rectificadas después en la vida. Si los miembros y órganos han tomado la conformación debida, el cuerpo total después de su desarrollo completo será armonioso; pero si ha habido alguna deformación, entonces el cuerpo físico de la persona será más o menos desproporcionado. Es un deber del pedagogo y educador proporcionar al niño la debida atmósfera en este período, según la naturaleza lo hace antes del nacimiento, pues solamente esto puede dar al sensitivo organismo la dirección justa y tendencias apropiadas de crecimiento.

El sonido tiene poder constructor en ambos sentidos, para lo pequeño y lo grande, y por lo tanto podemos imaginarnos que el ritmo debe tener una influencia enorme sobre el organismo del niño en crecimiento. El apóstol San Juan, en el primer Capítulo de su evangelio expresa esta idea, místicamente, en las bellísimas palabras: “En el principio era el VERBO... y sin Él nada de lo que ha sido hecho fue hecho... y el VERBO se hizo carne.” El VERBO es un sonido rítmico, el cual, emitido por el Creador, resuena por todo el Universo y moldea a incontables átomos en múltiple variedad de figuras y formas que vemos a nuestro alrededor. La montaña, la margarita, el ratón y el hombre son todos la encarnación de la gran Palabra Cósmica, la cual resuena en todo el Universo silenciosamente; y qué silenciosa construye y edifica aunque no sea oída por nuestros groseros oídos. Pero aunque nosotros no oigamos este maravilloso sonido celestial, podemos trabajar sobre el diminuto cuerpo del niño por medio de la música terrestre. Los arrullos de las niñeras no tienen sentido, pero sin embargo, están dotados y llevan en sí un ritmo hermosísimo, y cuanto más se enseñe y diga al niño que los repita, los cante, que baile y marche a su compás, cuanta más música se incorpore en la vida cotidiana del niño, más saludable y fuerte será el organismo de este ser en los años venideros.

Hay dos lemas que tienen aplicación durante este período, uno para el niño y el otro para los padres: ejemplo e imitación. Nada hay bajo el firmamento que sea tan imitativo como un niño pequeño, y su conducta en los años posteriores dependerá en mucho del ejemplo dado por sus padres en los primeros años de su vida. Todo en su alrededor deja su huella, ya sea bueno, ya sea malo, en la mente del niño, y debemos, desde luego, concebir y comprender que la acción más insignificante puede producir daño o buenaventuras incalculables en las vidas de nuestros hijos, y que “nunca debemos hacer nada en presencia del niño que no deseemos perfectamente que él lo imite”. Está fuera de lugar el pretender a esta edad enseñarle a pensar o moralizar, puesto que todavía no tiene mente, no posee razón aún. El ejemplo es el único maestro que el niño necesita y que acepta. Es para él tan imposible dejar de imitar como lo es para el agua el dejar de correr cuesta abajo, porque éste es el único método de desarrollo a esta edad. La enseñanza de la moral y de razonamiento vendrá después y el pretender imponérselas a esta edad, es igual que el pretender extraer del vientre de la madre un niño prematuramente.

Si cualquiera pretendiese extraer a la fuerza un niño de la matriz protectora de su madre, el ultraje produciría su muerte, porque el niño no ha llegado aún a la madurez debida para sufrir los impactos del mundo físico. En los tres períodos septenarios que siguen al nacimiento, los vehículos invisibles están todavía en la matriz de la Madre Naturaleza. Si enseñamos a un niño de tiernos años a que recuerde o piense, o si nosotros excitamos sus sentimientos y emociones, estamos, en efecto, abriendo el vientre protector de la Naturaleza, y los resultados son igualmente desastrosos al respecto como el forzar un nacimiento prematuro. Los niños prodigios se convierten generalmente en hombres y mujeres de menos que mediana inteligencia. Por otra parte, no debemos oponernos a que el niño piense o aprenda “de su propia voluntad”, sino que lo que no debemos hacer es estimularles e importunarles como hacen algunos padres y parientes o conocidos, con demasiada frecuencia, para satisfacer su propia vanidad.
Todo lo que el niño sea capaz de adquirir de pensamientos, ideas o imaginación, “vendrá por sí mismo”, en la misma forma que los ojos u oídos se desarrollan antes del nacimiento físico.

Deben dársele al niño juguetes con los cuales pueda ejercitar su facultad imaginativa, “algo con vida”, o bien una muñeca con articulaciones para que pueda ponerla en posiciones diferentes, y dejar a la niña, en este caso, que la vista y adorne por sí misma. De este modo ella ejercitará su poder formativo en una manera apropiada.
Demos al niño herramientas y modelos, moldes y yeso. “Nunca debe darse al niño nada completamente terminado”; nada con lo que no tenga que hacer otra cosa que contemplarlo, pues esto no deja al cerebro lugar de desarrollo y lo que precisamente debe ser el anhelo del educador a esta edad, es el facilitarle los medios y procurar que los órganos físicos se desenvuelvan armónicamente. 

Respecto al alimento, debemos tener un gran cuidado a esta edad, pues un apetito bueno o malo en la vida subsiguiente, dependerá de la forma que lo eduquemos o acostumbremos en la primera septenaria época. En esto también el ejemplo es el gran maestro. Los platos sazonados excesivamente estropean el organismo. Cuanto más sencillo sea el alimento y más necesaria su masticación, más promueve un buen apetito que conservará el hombre durante toda su vida y le dará un cuerpo sano y una facilidad y lucidez de pensamiento que es desconocido del gastrónomo. Para ello no debemos tener un plato para nosotros y otro diferente para el niño, pues de este modo evitamos que el niño tome determinados alimentos cuando niño, o ya mayorcito en casa, pero generamos en él un deseo que buscará satisfacción, cuando, ya adulto, pueda ejercer su libre voluntad. La facultad imitadora se manifestará por sí misma; por lo tanto debe imprimirse fuertemente en la mente de todo padre, que hay unos ojos curiosos e inteligentes posados sobre él, desde la mañana hasta la noche, aguardando ver lo que él hace para seguir su ejemplo.

En cuanto al vestido asegurémonos de que todas las prendas del niño son de un tamaño completo, y substituirlas antes de que se hagan tan pequeñas que le molesten y le irriten. Muchas naturalezas inmorales que han estropeado una vida fueron despertadas por el roce de una prenda demasiado estrecha o apretada, especialmente en el caso de los muchachos. La inmoralidad es una de las peores y más tenaces plagas que manchan nuestra civilización. Para salvar a nuestro hijo atendamos a este punto escrupulosamente, y procuremos por todos los medios de que no se haga consciente de sus órganos sexuales antes de los siete años. El castigo corporal es también uno de los factores que acarrea frutos más deplorables por el efecto que tiene sobre el anticipo o forzamiento de la naturaleza del sexo (el cual es quizá de por sí, superior a la fuerza de control del hombrecito en ciernes), por lo tanto nunca será lo suficientemente combatido el brutal castigo del palo.

Acerca de la educación del temperamento, debe tenerse en cuenta que los colores son los que ejercen más influencia y consecuentemente son de mayor importancia, aunque el asunto envuelve no solamente un conocimiento del efecto de los colores, sino particularmente también de los colores complementarios, pues son estos últimos los que actúan sobre el organismo del niño.

Alrededor de los siete años el cuerpo vital del niño ha alcanzado la suficiente perfección para poder hacer frente a los impactos del mundo externo. Entonces se quita su protectora cubierta de éter y comienza su libre actuación. Y entonces llega el momento para que el encargado de su educación pueda actuar sobre el cuerpo vital y ayudarle a formar la “memoria”, conocimiento, buenas costumbres y un temperamento armonioso. AUTORIDAD Y DISCIPULADO son las palabras que envuelven las bases para esta época de la vida, en la que el niño debe aprender el significado de las cosas. Si tenemos un niño precoz no debemos pretender que siga un curso de estudio que requiere el empleo de una enorme cantidad de esfuerzo mental. Los niños prodigios, como hemos dicho anteriormente, se convierten en seres de mentalidad por debajo de la normal. Al niño debe consentírsele que siga su inclinación propia en este sentido. Debe cultivarse su facultad de observación, educándole especialmente con ejemplos vivientes. Hágasele ver al borracho y a dónde le ha conducido tal vicio y después indíquesele el ejemplo dé una persona moral y póngasele enfrente de ideales elevados. A esta edad debe preparársele para gobernar la fuerza que acaba de manifestarse en él, la cual le capacitará para fomentar la especie al finalizar el segundo período septenario. No se debe dar lugar a que se inicie en los misterios de la generación; a que adquiera conocimientos sexuales de fuentes sucias o de prostíbulos porque los padres eviten la responsabilidad de enseñarle estas cosas por un equivocado sentido de inmodestia o de inmoralidad. Constituye el más elemental deber del preceptor la iluminación propia del niño. El no hacer esto es igual a colocarle con los ojos vendados entre múltiples hoyos, con la advertencia o mandato de que no tropiece o se caiga. Arrójese por lo menos la venda, pues aún sin ella se verá sobradamente apremiado.

Puede tomarse una flor como motivo para enseñarle esta lección, par medio de la cual, todos los niños, desde el mayor al más pequeño, recibirán la más bella instrucción en la forma de un cuento de hadas. Se les puede decir que las flores son como las familias, sin fastidiarles con términos botánicos, pues es suficiente conque los padres tengan un conocimiento elemental de botánica. Preséntese a los niños algunas flores y dígaseles: aquí tenemos una familia de flores en la que todas son del género masculino (muchachos), o sea una flor de estambres y aquí hay otra flor en cuya especie todas son del género femenino (niñas), o sea una flor de pistilos, y por último ved otra flor en cuya especie todas tienen ambas propiedades, pertenecen al género masculino y femenino (muchachos y niñas), de la clase de pistilos y de estambres. Enséñeseles el polen en las anteras y dígaseles que las flores de estambres (muchachos) desempeñan un papel entre la familia de las flores como los niños en las familias humanas; que tienen también gustos aventureros y quieren ir a recorrer el mundo para combatir y hacer frente a los embates de la vida, mientras que las flores de pistilos (niñas) se quedan en casa.

Luego indíqueseles cómo las abejas llevan en sus patas las cestitas para el polen; cómo las flores masculinas cabalgan en estos alados grifones, como los caballeros de la antigüedad, y se aventuran en el mundo en busca de la princesa encarcelada en el castillo mágico (el óvulo oculto en el pistilo); cómo el diminuto polen, los caballeros de la especie masculina de las flores, fuerzan su paso a través del pistilo para penetrar en el óvulo (el castillo). Entonces dígaseles cómo aquello significa que el caballero y la princesa se casan; que viven felices desde entonces en adelante y tienen muchos hijos que son las flores de todas las especies.”

Cuando los niños hayan digerido esto comprenderán también la generación en los reinos animal y humano, porque no existe ninguna diferencia; siendo una tan pura, tan casta y tan santa como la otra, y los pequeños que sean enseñados de este modo conservarán siempre una poética idea del acto sexual que conducirá a reverenciar la función creadora, sentimiento que no se podrá infundir mejor de ningún otro modo.
Esta narración puede variarse y embellecerse a gusto del preceptor y puede completarse con cuentos que se refieran a los pájaros y a los animales. Esto despertará en el entendimiento del niño una concepción de la génesis de su propio cuerpo que investirá el cuento de amor de papá y mamá con todo el romanticismo de las flores machos y hembras y obviar el más ligero pensamiento de aversión relacionado con el nacimiento, en la mente infantil. Cuando un niño ha sido equipado de este modo se halla fortificado para el nacimiento del cuerpo de deseos a la edad de la pubertad.

Sin embargo, con objeto de que el niño ya mayorcito alcance todo el beneficio de la instrucción de sus maestros y padres, es por supuesto, necesario, que tenga por ellos la mayor veneración y respeto, y confianza en su sabiduría. Esto nos exige a nosotros el que nos comportemos siempre de modo que los niños conserven tales sentimientos acerca de sus padres o profesores, pues si ellos vieran en nosotros frivolidades, oyeran conversaciones ligeras y observaran una conducta impropia, se verían privados de la mayor fortaleza de su vida, o sea la fe y confianza en los demás.
Durante esta edad es cuando se generan los cínicos y escépticos. Como quiera que somos responsables ante Dios de las vidas confiadas a nuestro cuidado, tendremos que responder de nuestra conducta ante la ley de Consecuencia si olvidamos, mediante una conducta equívoca, la gran oportunidad que se nos ha facilitado en guiar los primeros pasos de un ser humano a lo largo de un sendero recto y honrado, y debemos pensar siempre que el ejemplo es superior al precepto.

También el aspecto del castigo debe merecer nuestra consideración, pues como es un factor importante en el despertar de la naturaleza sexual a todas las edades, el castigo corporal debe extinguirse. Constituye un crimen el infligir castigo corporal a un niño, sea cual sea su edad. La fuerza no es un derecho, y como más fuertes, los padres deben tener siempre compasión por el débil. No se encontrará un niño que sea tan refractario que no responda al método de recompensa por las buenas acciones y de restricción de privilegios como retribución por su desobediencia. Todos los padres debieran considerar esto desde el punto de vista del niño. ¿Nos gustaría a nosotros el vivir con alguien a cuya autoridad no pudiéramos escapar, que fuera mucho mayor que nosotros y que tuviéramos que sufrir sus golpes un día y otro? Así, pues, releguemos a un lado el palo, y muchas de las maldades sociales serán anuladas en una sola generación. Todos nosotros reconocemos el hecho que el palo agria el carácter de un perro, y nos lamentamos por que ciertas personas hayan cultivado un espíritu irascible e intolerante en vez de ser amables y atentas, o que estén faltos de buena voluntad. Mucho de ello es debido a los golpes administrados sin compasión en su infancia, pues es
verdaderamente deplorable el observar que algunos padres parecen considerar su misión paternal como si fuera la de destrozar el espíritu de sus hijos con el régimen del palo. En nuestra calidad de padres podemos remediar el mal en gran medida guiando las voluntades de nuestros hijos hacia tales inclinaciones que nuestro mayor raciocinio nos haya indicado, para que de este modo consigamos que los niños cultiven un espíritu de armonía y de tolerancia, contrario a aquél, con el cual, desgraciadamente, muchos de nosotros estamos afligidos. Así, PUES, NUNCA GOLPEE A UN NIÑO. Cuando el castigo sea necesario, la corrección útil es restringirles atenciones, favores o privilegios.

El cuerpo dé deseos nace sobre los 14 años de edad, o sea, a la edad de la pubertad. Cuando el Ego ha terminado su día en la escuela de la vida, la fuerza centrífuga de repulsión hace que al morir arroje de sí su cuerpo denso y a continuación el cuerpo vital que es el inmediato en ordinariez. Después en el purgatorio, la materia de deseos grosera acumulada por el Ego como incorporación de sus deseos inferiores es expurgada por la misma fuerza centrífuga. En los planos superiores la ley de Atracción tiene predominio y conserva lo bueno por la fuerza centrípeta, que tiende a atraer las cosas de la periferia al centro.

Esta fuerza centrípeta de atracción ejerce también predominio cuando el Ego viene hacia el renacimiento. Sabemos muy bien que podemos arrojar una piedra mucho más lejos que una pluma. Por lo tanto, la materia grosera es expulsada hacia fuera después de la muerte por la fuerza de repulsión y por la misma razón la materia grosera que trae al retornar el Ego y que envuelve la tendencia al mal es absorbida internamente hacia el centro, por la fuerza centrípeta de atracción, resultando que “cuando un niño acaba de nacer, todo lo que es mejor y más puro aparece al exterior”. Las tendencias viles y perversas no se manifiestan por regla general hasta que ha nacido el cuerpo de deseos y las corrientes del mismo comienzan a girar hacia el exterior desde el hígado.

Entonces es el momento en el que los sentimientos y pasiones empiezan a ejercer su poder sobre el adolescente, es decir, cuando se disipa la matriz de la materia de deseos que previamente había protegido el cuerpo de deseos naciente. Cuando los deseos y emociones están sin freno, entra el niño en el período más peligroso de su vida, la edad de la ardiente juventud de los 14 a los 21 años, pues entonces el cuerpo de deseos predomina y la mente no ha venido a la vida aún para actuar como freno de aquél. Éste es en muchos casos un período de prueba y para el joven que haya aprendido a reverenciar a sus padres y profesores, esta reverencia le servirá de áncora y de fortaleza contra el atolondramiento y violencia de los sentimientos. Si ha sido acostumbrado a tomar todas las cosas que sus mayores le dicen con la mayor confianza y éstos le han dado una educación discreta y prudente, habrá desarrollado para este momento un sentido inherente de amor a la verdad que actuará de guía seguro; pero en la medida que haya sido restringido en hacer su voluntad, así estará propenso a ser arrastrado por la corriente.

Durante los primeros años el niño se considera a sí mismo más como formando parte de una familia y que está subordinado a los deseos de sus padres, que después de los 14 años. La razón es ésta: En la garganta del feto del recién nacido hay una glándula llamada “thymus” {Timo} que es mayor antes del nacimiento, disminuyendo gradualmente a través de la infancia y finalmente desapareciendo con el transcurso del tiempo, variando conforme a las características del niño. Los anatomistas están confundidos con el funcionamiento de este órgano y no han llegado aún a una conclusión definitiva, pero se ha sugerido que previamente al desenvolvimiento de la médula roja en los huesos del niño no es capaz de fabricarse su sangre propia y que por lo tanto la glándula “thymus” contiene una sustancia, suministrada por los padres, de la cual el niño puede extraer durante su infancia y niñez los elementos necesarios hasta el momento en que puede fabricar su propia sangre. Esta teoría es cierta aproximadamente y como la sangre familiar fluye en el niño, éste se considera como una parte de la familia y no como un Ego. Pero en el momento en que comienza a manufacturar su sangre, el Ego se impone a sí mismo. Entonces ya no es el niño o niña de papá o mamá:
él tiene identidad propia, es un Yo, y entonces llega la crítica edad en la que los padres cosecharán lo que hayan sembrado. La mente no ha nacido aún; nada mantiene en jaque a la naturaleza de deseos y mucho, muchísimo, depende de cómo el niño haya sido educado durante su primera edad y el ejemplo visto en sus padres. A este momento de la vida la propia “aserción”, el sentimiento de “Yo soy yo mismo” es más fuerte que en ningún otro momento y en consecuencia la autoridad debe ceder el paso a la ADVERTENCIA Y AL SABIO CONSEJO. Este es el momento en el cual debe enseñarse al niño a que investigue las cosas por sí mismo para que de este modo forme conclusiones individuales. Imprimamos siempre sobre él la necesidad de que investigue y observe cuidadosamente antes de que juzgue, así como también el hecho de que “cuanto más fluidas sean sus opiniones, tanto más será capaz de examinar nuevos hechos y adquirir nuevos conocimientos”.

Durante el período de la adolescencia los padres deben practicar la mayor tolerancia, pues no hay momento de la vida en el que un ser humano se halle en necesidad de tanta simpatía como durante el lapso de tiempo que va de los 14 a los 21 años, cuando la naturaleza pasional es predominante y sin freno. En este período el niño que ha sido tratado en la forma que describimos, tendrá en sus padres una defensa para hacer frente a los peligros de esta época hasta el momento que esté totalmente desarrollado, a los 21 años de edad, cuando la mente nace.

Al seguir al espíritu humano a lo largo de un ciclo de vida, desde el nacimiento a la muerte y continuando hasta el siguiente renacimiento, vemos cómo está siempre acompañado por grandes y gloriosos seres que son ministros de Dios. Este conocimiento es de primordial importancia para los padres como una comprensión propia del desarrollo que debe tener lugar en cada una de las épocas septenarias, permitiéndoles el actuar inteligentemente con la Naturaleza y de este modo llenar más concienzudamente su misión que aquellos quienes están ignorantes de las Enseñanzas de los Misterios Rosacruces.


del libro Temas Rosacruces UNO 
 publicado por Estudiantes de la Fraternidad Rosacruz de Max Heindel


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